Opinión | FC Barcelona
Jordi Puntí

Jordi Puntí

Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

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La atracción del vértigo

La novedad es ese juego que ha propuesto el Barça, de ida y vuelta, con riesgos evidentes pero sin miedo

El Barça de Flick, un equipo histórico, un equipo memorable

Flick, emocionado con "la gran familia" que es el Barça: "Nunca me había sentido así en mi vida"

Lamine Yamal, Balde i Pedri celebren el primer gol del partit d’ahir a la nit. | JORDI COTRINA

Lamine Yamal, Balde i Pedri celebren el primer gol del partit d’ahir a la nit. | JORDI COTRINA

Ahora que la liga ya está en el saco, celebrémoslo con unos apuntes de urgencia sobre este gran Barça de Hansi Flick. Lo primero que me viene a la memoria es una frase de un locutor, cuando ganaron la Copa del Rey al Real Madrid: “Este Barça no quiere jugar al fútbol, este Barça quiere hacer goles”. Parece un contrasentido, una 'boutade', porque en realidad solo haces muchos goles si juegas un buen fútbol (en la liga lleva 97, más que ningún otro equipo de las grandes ligas europeas). Pero esto se sobreentiende, y la novedad es ese juego vertiginoso que ha propuesto el Barça, de ida y vuelta, con riesgos evidentes pero sin miedo.

En el fondo hay una idea que había expresado Johan Cruyff en más de una ocasión: prefería ganar un partido 5-4 antes que 1-0. El espectáculo. Así también se entiende otra de las alegrías de esta temporada: la fuerza de no desfallecer, la fe en la remontada. Incluso cuando recibían dos tantos en contra, las ganas de hacer más goles que el rival ha provocado que los Lamine Yamal, Raphinha, Pedri o Ferran no se desconectaran y buscaran la portería con glotonería. Además, así se han adueñado de la épica de las remontadas, apropiada sin demasiados méritos por el eterno rival de Madrid.

Tras este fútbol de vértigo está el entusiasmo de unos jóvenes que juegan por placer; de no ser por el cansancio, les gustaría que los partidos terminaran 15-14 y duraran hasta que oscurece, como los que jugábamos en la calle cuando éramos niños. El contrapunto son los veteranos, los tatuados, mentores como Lewandowski, Íñigo o Raphinha, que se mueven entre volver a ser jóvenes o templar la galopada salvaje. Y en este punto cabe destacar uno de los aciertos más azarosos: el guardameta Szczesny. Porque un portero de fútbol nunca quiere que le metan goles, es la negación de su trabajo, pero él, impasible, entendió que su rol se parecía más al de un portero de balonmano: recibía goles porque el equipo juega al límite, pero también con grandes aciertos. Se puede tirar de muchos más hilos de este divertido equipo, pero tiempo habrá. Suele decirse que son una gran familia, y la suerte es que tendremos muchos años para verlos crecer.

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