Opinión | Debate político
Nacho Martín Blanco

Nacho Martín Blanco

Diputado del PP en el Congreso de los Diputados

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Contra el antisemitismo

Acusar a Israel de genocidio o compararlo con el nazismo no solo es una inmoralidad histórica, sino que además supone una legitimación del terrorismo de Hamás

Los socios de izquierdas acusan al Gobierno de ser cómplice del "genocidio" de Israel por los contratos de armamento

La portavoz de Podemos en el Congreso, Ione Belarra, este 7 de mayo durante la comparecencia de Sánchez en el Congreso.

La portavoz de Podemos en el Congreso, Ione Belarra, este 7 de mayo durante la comparecencia de Sánchez en el Congreso. / Europa Press

Se cumplen ochenta años del final de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, el genocidio nazi que aniquiló a seis millones de judíos, el paroxismo del antisemitismo que desembocó en la mayor tragedia de la historia del sufrido pueblo judío. Siglos de propaganda antisemita basada en recelos atávicos y prejuicios mezquinos culminaron con el nazismo en una política orientada a eliminar físicamente a los judíos de la faz de la Tierra.

Con el Holocausto la humanidad tocó, en palabras de Primo Levi -superviviente de Auschwitz-, el fondo de la barbarie. En el centro Memorial Italiano de Auschwitz, en Florencia, luce una placa con una advertencia escrita por Levi: “Para ti y para tus hijos, que las cenizas de Auschwitz sirvan de advertencia: que el horrendo fruto del odio, cuyas huellas has visto aquí, no dé nuevas semillas, ni mañana ni nunca.”

Pues bien, ochenta años después del Holocausto escribo estas líneas tras escuchar desde mi escaño en el Congreso de los Diputados la enésima exhibición de antisemitismo de varios portavoces de partidos de izquierdas y separatistas, todos ellos socios de Sánchez, ya sea parlamentarios (Podemos, ERC y Bildu) o de Gobierno (Sumar). Sin inmutarse, acusan al Estado de Israel de “genocida” e, incluso, se atreven a establecer, como hizo la exministra Ione Belarra, un ominoso paralelismo entre la respuesta militar israelí a los ataques terroristas de Hamás y “las cámaras de gas de los nazis”. Acusar a Israel de genocidio o compararlo con el nazismo no solo es una inmoralidad histórica, sino que además supone una legitimación del terrorismo de Hamás, así como de la incesante amenaza de países como Irán o Pakistán a la existencia misma del Estado de Israel. Al fin y al cabo, tanto Hamás como su principal aliado y patrocinador, Irán, aspiran abiertamente a la eliminación del Estado de Israel.

El horrendo fruto del odio del que hablaba Primo Levi asoma de nuevo en discursos como los de Belarra o Rufián, y tiene su correlato cotidiano, por ejemplo, en la necesidad permanente de efectivos policiales a las puertas de las sinagogas de Barcelona. Como barcelonés, me entristece que mis conciudadanos judíos no puedan practicar libremente su culto y me sonroja la actitud vergonzante de las autoridades municipales con relación a la comunidad judía de Barcelona.

Como ha señalado el célebre rabino Jonathan Sacks, el viejo odio a los judíos se manifiesta desde 1948 en forma de aversión al Estado de Israel, y para constatarlo basta escuchar a Belarra, Rufián y compañía en el Congreso. Como español, me avergüenza que en el Parlamento de mi país se haya banalizado hasta la náusea el antisemitismo que creíamos conjurado, bajo la mirada impasible del presidente del Gobierno. Quien calla otorga.

Hace unas semanas tuve la ocasión de asistir a un emotivo acto organizado por la Comunidad Judía de Barcelona, en conmemoración del 80 aniversario de la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz. Me impresionó la quietud, sobriedad y gravedad del acto, pero también el optimismo con relación al futuro de una comunidad, la judía, indisolublemente ligada a la historia de Barcelona, Catalunya y España. Para acabar, vuelvo a Primo Levi: “recodar es un deber moral”. No dejemos que el horrendo fruto del odio dé nuevas semillas en Sefarad y combatamos sin ambages el antisemitismo. Luchar contra el antisemitismo es defender la libertad y la justicia universal, porque, como dijo Sacks, “el odio que comienza con los judíos nunca termina con los judíos”. No lo olvidemos. ¡Am Israel Jai!

Suscríbete para seguir leyendo