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Josep Cuní

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Periodista.

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Óscar Puente: el tiempo y la espera

El titular de Transportes y Movilidad Sostenible vive permanentemente entre la réplica rápida de sus discusiones y la demanda de tiempo y prudencia para las conclusiones y proyectos que le atañen

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El ministre Óscar Puente, ahir. | JUAN BARBOSA / EUROPA PRESS

El ministre Óscar Puente, ahir. | JUAN BARBOSA / EUROPA PRESS

El mundo pendiente de una chimenea. Esta es la imagen de la semana que describe la gran paradoja de nuestro tiempo. Contra la inmediatez vibrante y agotadora de una sociedad de consumo insaciable, la sencillez de un mecanismo ancestral que al evacuar humo blanco les indica a los católicos que ya tienen Papa. O les pide paciencia si la fumata es negra.

Ante el ritmo trepidante de una de las ciudades más turísticas del mundo, la placidez de un recinto que alberga en su interior una de las mayores joyas pictóricas del Renacimiento. Hay quien mantiene que más que el Espíritu Santo es el Juicio Final de Miguel Ángel el que inspira a los purpurados, tras convertir en banda sonora gregoriana el sobrecogedor 'Veni Creator'.

Este antagonismo se exhibe en la misma Roma y a poca distancia del Vaticano. En las frescas noches de esta semana la popular Fontana di Trevi ha quedado redefinida por arte del láser en una promoción del Máster 1.000 de tenis, proyectando un video 'mapping' que colorea y altera el celebrado monumento barroco. Delante, cientos de brazos extendidos con el móvil en alto impiden la visibilidad de los mismos entusiastas que, más que disfrutarlo, se limitan a observarlo en la pantalla. ¡Qué crimen!, se le oye lamentar a una visitante exigente. ¡Qué interesante!, replica otro más permeable. A media hora de distancia paseada, no solo han prohibido los 'telefonini', sino que han desconectado sus repetidores para que nadie pueda alterar la obligada concentración.

Así es nuestro tiempo de discordancias y contradicciones que han quedado expuestas en un doble frente. Las dos pantallas que transmitían simultáneamente dos mundos, dos mecanismos, dos procedimientos, dos sensibilidades, dos ritos. Uno revestía la espiritualidad requerida ante un cónclave que decidía el liderazgo del poder terrenal de la Iglesia católica. Otro exhibía a la vez, y en sede parlamentaria, la exigencia y la impotencia sobre los hechos que han convertido los últimos lunes de este país en días aciagos. Y si ha habido un político que los ha vivido intensamente por encarnar en su persona tal dualidad ha sido el ministro Óscar Puente Santiago (Valladolid, 15 de noviembre de 1968).

Político de gatillo digital fácil, el titular de Transportes y Movilidad Sostenible vive permanentemente entre la réplica rápida de sus discusiones y la demanda de tiempo y prudencia para las conclusiones y proyectos que le atañen. El hombre y el cargo se confunden en un ingenio dialéctico tan ágil como intensa es su capacidad de reprobación a quienes le matizan o plantan cara. Por eso, en más de una ocasión, la fuerza de los hechos le ha obligado a matizar, rebajar o contradecir expectativas por él mismo creadas. Y así es como el ministro Puente puede pasar de ser la mejor fuente de información para los usuarios de la recuperación de trayectos afectados a quien les crea desazón, advirtiéndoles que no es posible ni razonable garantizar la seguridad plena de la red tras haber elevado a categoría de sabotaje un presunto robo de cobre en la provincia de Toledo, como si no acumulara cantidad de precedentes en otras latitudes. Curioso sincretismo del titular de una cartera en la que, en condiciones normales, ninguna de sus competencias le permite emprender nada de hoy para mañana.

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