El nuevo papa americano

“Habemus Papam”, y esta vez se llama León XIV. El anterior Papa que se llamaba León (el XIII) tuvo un papado dilatado, de 25 años (1878 y 1903), y consta en las crónicas que su gran misión fue que la Iglesia se acercara a la realidad del mundo moderno de entonces. En este sentido, queda clara la voluntad del nuevo papa de establecer una línea de afinidad con el autor de la encíclica 'Rerum novarum', que es la primera encíclica social de la Iglesia y la carta en que se inspirará posteriormente la corriente política de la democracia cristiana, y que supuso la implicación de los católicos italianos en la política de su país, a partir de inicios del siglo XX.

Robert Prevost figuraba en las quinielas de papables, pero no estaba entre las figuras que más sonaban. Esto era así por dos razones. La primera, porque no llevaba ni dos años siendo purpurado y, la otra, porque tenía una trayectoria pastoral un poco atípica, con una tarea misionera en el Perú que inicia en 1985, en Chulucanas primero y después en Trujillo, donde dirigió el seminario agustiniano durante una década. Fue a partir de esta tarea que posteriormente fue ascendiendo en la jerarquía católica, convirtiéndose en vicepresidente segundo de la conferencia episcopal peruana, y administrador apostólico del Callao durante la pandemia del covid-19. A partir de aquí, el papa Francisco le encargó encabezar el dicasterio de los obispos el mes de enero de 2023 y siete meses después lo nombró cardenal. Dos años más tarde, se ha convertido en el 267 papa de la Iglesia católica.

León XIV será el primer papa norteamericano y también el primero con doble nacionalidad, pues tiene la ciudadanía peruana desde 2015 a raíz de los casi 40 años que trabajó allí, responsable de múltiples misiones y encargos dentro de la orden de los Agustinos. No hay duda que su tarea misionera en el Perú lo vinculan, por un lado, a las comunidades humildes de América Latina y, del otro, a la comprensión del hecho migratorio, que es un fenómeno presente tanto en la realidad peruana como su ciudad natal de Chicago, y que es un tema crítico en la geopolítica actual.

Pero la larga trayectoria de Prevost con la iglesia popular de América Latina, acostumbrada a acompañar y abrazar a los humildes, no quiere decir que el nuevo papa retome la llama de la Teología de la Liberación o de las comunidades eclesiales de base, tan activas durante los años sesenta y setenta en la región. Pero sí que indica que será un papa con empatía y sensibilidad hacia los desheredados, las periferias y la vida cotidiana de la gente sencilla. En este sentido, hay que exponer que Prevost pudo realizar su tarea pastoral en un país donde la curia siempre ha tenido fama de ser muy conservadora, hecho que indica que el nuevo papa tiene una notable capacidad de conciliar, negociar y no levantar tormentas.

Lo que está claro también es que al nuevo papa León XIV, con su condición de políglota y de anfibio (es del norte y del sur, a la vez), se le ha encargado la tarea de establecer puentes entre Estados Unidos y la vieja Europa y el sur global y, sobre todo, convertirse en un contrapeso moral a los liderazgos tóxicos que últimamente han aparecido en todo planeta, empezando por sus conciudadanos Donald Trump y James D. Vance, que querrían interpretar la Biblia según sus perversos intereses. Eso sí: que nadie se espere ningún cambio radical ni posiciones drásticas. El sistema electoral del cónclave es tan exigente (hay que obtener 89 votos de los 133 cardenales presentes) que cualquier papa es fruto de un amplio consenso entre todas las sensibilidades presentes en la Iglesia.

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