Covid-19 en Barcelona: reflexiones y retos cinco años después

Hay un antes y uno después de la pandemia del covid-19. En aquellos días, marcados por calles vacías y hospitales llenos, constatamos la importancia de un servicio público de salud fuerte. Nuestro día a día ha cambiado y nuestro sistema sanitario, sin duda, también. Cinco años después de la peor pandemia de nuestro tiempo, es momento de reflexionar sobre su gestión y los retos de futuro.

Cómo suele pasar en estas crisis, el impacto no fue homogéneo: los barrios con menos recursos sufrieron más contagios y muertos, y las mujeres se vieron más afectadas que los hombres, tanto por su presencia en el sector sanitario como por su rol en los cuidados. Rápidamente, los hospitales llegaron al límite, y se tuvieron que habilitar hospitales de campaña y reforzar redes de apoyo vecinal para ayudar a los más vulnerables. Además, el confinamiento tuvo consecuencias importantes por la salud mental, especialmente en personas mayores y niños. En Barcelona, el covid-19 afectó a medio millón de personas, con 5.800 defunciones, especialmente personas mayores.

No podemos perder de vista que el covid-19 era una enfermedad relativamente nueva y desconocida y, por lo tanto, no se disponía de conocimientos suficientes ni herramientas para hacerle frente. También había carencia de experiencia ante las emergencias epidémicas en el contexto europeo, a diferencia de otros continentes, donde experiencias como el ébola o el SARS servían de aprendizaje previo. Con todo, el ayuntamiento de Barcelona, a través de su comité de crisis, tuvo que pilotar una situación límite.

La Agència de Salut Pública de Barcelona fue capital, tanto en el control de la enfermedad a través del seguimiento de casos y contactos, como con la prevención de la transmisión y la información a la ciudadanía. A pesar de que en aquel momento se hizo todo lo posible para afrontar la pandemia, hay que continuar trabajando para avanzar de cara a futuras emergencias de salud pública. Esto es lo que pretende el plan de preparación y respuesta de la Agència, y aquí analizamos las carencias encontradas y los retos para avanzar.

• Un modelo de gobernanza más estructurado

Ahora, la gestión de una eventual nueva pandemia ya no sería improvisada. La experiencia nos tiene que servir para establecer protocolos claros para futuras crisis, con una coordinación efectiva entre administraciones a escala europea, estatal y local. También es importante considerar factores como la equidad y el cambio climático, que pueden influir en la propagación de futuras pandemias.

• Trabajo intersectorial y coordinación

La crisis demostró que la colaboración entre sectores es clave. En Barcelona se crearon comités de trabajo en ámbitos como las residencias, las escuelas y las vacunaciones. Este modelo se tendría que consolidar para agilizar la toma de decisiones y garantizar respuestas rápidas y eficientes.

• Mejora de la comunicación

La sensación de seguridad pasa también por una comunicación clara, sincera y efectiva con la ciudadanía. La desinformación y la carencia de coordinación en los mensajes generaron confusión entre la población. Es fundamental definir bien las estrategias comunicativas, tanto para los profesionales de la salud como para la ciudadanía, y aprovechar las tecnologías para garantizar información fiable y accesible.

• Formación y capacitación del personal

Muchos profesionales sanitarios no estaban preparados para gestionar una crisis de esta magnitud. Es necesario implementar programas de formación para el personal sanitario y para otros sectores implicados, como servicios sociales y educación. También habría que organizar simulacros para mejorar la respuesta en situaciones de emergencia.

• Un plan de preparación y respuesta con recursos suficientes

Para garantizar una respuesta eficiente, hace falta una planificación previa y una financiación adecuada para la salud pública. Es necesario invertir en sistemas de información y herramientas digitales para mejorar la vigilancia epidemiológica y la capacidad de respuesta.

Evaluar las medidas aplicadas durante la pandemia nos tiene que permitir mejorar en el futuro. El confinamiento, a pesar de ser necesario, causó problemas de soledad y aislamiento a buena parte de la población (incluida la de las residencias) con repercusiones en la salud y, sobre todo, la salud mental. Es esencial continuar investigando para encontrar estrategias más equilibradas en futuras emergencias.

El covid-19 fue un gran reto para Barcelona, pero también una oportunidad para aprender y fortalecer el sistema de salud pública. Solo con una estrategia coordinada, basada en la experiencia adquirida, la investigación científica y con una mirada social, podremos fortalecer nuestra capacidad de respuesta y minimizar el impacto de futuras crisis sanitarias.