Democracia y fragilidad
¿No puede, la democracia, ser fuerte contra quienes pretenden, en última instancia, que se debilite hasta la inanición?

Alternativa para Alemania dice que su clasificación como extremista es un golpe a la democracia
Uno de los problemas estructurales (no coyunturales o extraordinarios, sino esenciales) de la democracia es su propia fragilidad. De hecho, no puede existir una democracia si no es débil. Una democracia que llamáramos "fuerte" se acercaría peligrosamente al ejercicio de un oxímoron, porque, en este sentido, "fortaleza" significaría renunciar teóricamente a la posibilidad de una destrucción, aspecto que no tienen en cuenta los regímenes dictatoriales para los que la calidad de fuerte es sinónimo de intransigencia. Si la democracia implica libertad de pensamiento y de acción, prohibir a los que están en contra (los que la querrían ver aniquilada) sería inocular un veneno mortal en el corazón mismo del sistema. ¿Es así en serio? ¿No puede, la democracia, ser fuerte contra quienes pretenden, en última instancia, que se debilite hasta la inanición? Esta duda la formuló Karl Popper como paradoja en su libro 'La sociedad abierta y sus enemigos'. Escribe el filósofo: "La tolerancia ilimitada puede conducir a la desaparición de la tolerancia". Y añade que hay que reclamar, "en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes".
Tenemos por delante el episodio más importante y trascendente del siglo XXI (al menos del XXI) en relación a este asunto. No es alguien cualquiera, sino los servicios de inteligencia alemanes, quien ha calificado a AdF como un partido "extremista de derechas", con determinados postulados "incompatibles con la democracia". Es una acusación gravísima, pública y notoria, que debería desembocar en una prohibición del partido y de sus actividades. Pero AdF tiene 10 millones de votos, un 20% del electorado. Y el secretario de Estado americano se atreve a decir que Alemania es "una tiranía disfrazada". ¿Qué hacer, pues? ¿Hacer caso de Popper (“Habrá que exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley”) o hacer piruetas, como ya sabemos que ocurrió hace un siglo con el ascenso “democrático” de los fascismos? Y ya sabemos lo que pasó, ¿verdad que lo sabemos? ¿Hasta dónde puede llegar la fragilidad?
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