
Periodista, escritora y exdiputada en el Parlament

Anna Grau
Anna GrauPeriodista, escritora y exdiputada en el Parlament
Periodista, escritora y exdiputada en el Parlament
Catalanes de Feria
Toda una ciudad en estado de gracia, mezclando altivos protocolos 'vintage' con un indomable, irresistible aire libérrimo
La Feria de Abril vuelve a enfrentar a las influencers en redes sociales "por ver quién es más sevillana"

Los mejores peinados para la feria de Abril
En casa somos más catalanes que el fuet. Mi padre tenía 34 años, mi madre 27 y yo 4 cuando, yendo un poco al revés del mundo, nos mudamos a Granada. Yo pasé de hablar catalán y “prou” a rezar el padrenuestro con acento andaluz y a que en el colegio me llamaran “Ana Mari”.
Duramos apenas dos años porque mis padres no se adaptaron. A nada. Todos les desconcertaba y ponía en tensión. Como el día que fuimos de excursión a un bosque repleto de níscalos (rovellons) que parecía mentira que nadie hubiese recogido. Mis progenitores cargaron el maletero del coche hasta los topes. Una semana después, vino a comer a casa el jefe (andaluz) de mi padre, al que quisieron agasajar con los níscalos al ajillo. El pobre hombre casi se desmaya. Para él, aquello era veneno.
Mi padre llegaría a asegurarme que lo último que hizo antes de dejar Granada para volver a Catalunya fue subir a no sé qué mirador, muy alto, y desde allí mear sobre la ciudad. Tal cual. Mi madre no llegaría a tanto, pero se pasó años llamando a los andaluces 'caminallums'.
Ya hacía años que vivíamos en Sabadell cuando, en 1980, Barberà del Vallès acogió la versión catalana de la Feria de Abril. Yo había planeado ir a escondidas de la familia. Cuál no sería mi sorpresa al ver que mi padre va y me pregunta si me animo a acompañarle. Una vez allí, no digo que se arrancara a bailar sevillanas, algo para lo que ningún Grau está especialmente dotado. Pero esa noche volvió a casa con los ojos más brillantes que yo le había visto nunca.
Conociéndole, no creo que fuera por la jarana. Creo que fue por otra cosa. Mi padre entonces ya votaba como un poseso a Pujol y acabaría sus días proclamándose independentista. Pero había llovido mucho desde que él se despidiera de Granada…pues eso, lloviendo también. Yo creo que en la Feria de Abril catalana, mi padre reconoció algo que siempre había estado allí pero que él no había acertado a ver antes. ¿Acaso un eco de cuando él mismo se sintió tan lejos de su orgullo y de su casa, sin salir de su país?
No me consta que nadie de mi familia haya visitado nunca la Feria de Abril de verdad. La de Sevilla. Creo que yo soy la primera Grau que pisa el albero. Ha sido este año, medio por casualidad, medio por amistad.
Seguramente, lo más bonito que puedo decir de la Feria es que me ha servido para echar más de menos, si cabe, a mi padre. Cómo me habría gustado que me viera llegar en coche de caballos al Real y darme de bruces con la versión original y majestuosa de lo que intuimos en Barberà del Vallès. Toda una ciudad en estado de gracia, mezclando altivos protocolos 'vintage' con un indomable, irresistible aire libérrimo.
Por cierto, la Feria de Sevilla fue idea de un empresario catalán y otro vasco, que querían una gran feria agrícola y ganadera en la ciudad. Fue tal el éxito, que al principio los organizadores se quejaban de que los asistentes, con tanto paseo y tanto baile, estorbaban el negocio. Si les oyera mi padre.
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