Agua para Trump
El presidente norteamericano no es el origen de todos los males políticos, pero sí su consecuencia. Es el desecho de un orden social y político que se desvanece
Carney insiste en que Canadá no estará "nunca" en venta y Trump le responde: "Nunca digas nunca"
Trump se disfraza de Papa en su propia red social

Donald Trump prepara nuevos y drásticos recortes en temas ambientales clave / cnn
Mira a un lado, mira a otro, y allí donde ve un foco de interés, dirige el chorro de orina. Trump es el niño extasiado ante el alcance de su micción. Para él, nada parece digno de mantenerse a salvo. Ni la libertad, ni la paz, ni los derechos fundamentales, ni el mínimo respeto a la vida humana. Basta con observarlo en algunas de sus reuniones en el Despacho Oval para evocar a ese cretino que se divierte gastando bromas pesadas o se lía a gritos con un camarero. Un día toca humillar a Zelenski. Otro, burlarse con Bukele de un inocente deportado. Al siguiente, vacilar al primer ministro de Canadá con un “nunca digas nunca” ante la posibilidad de anexionar su país. Imposible no imaginar a Trump tronchándose de risa mientras la IA le ofrece su imagen ataviado de Papa. ¿Cuántos se rieron a coro cuando vieron la chanza en las redes? Demasiados.
Pero no es divertido. La orina es un líquido excrementicio, maloliente y corrosivo. Trump no es el origen de todos los males políticos, pero sí su consecuencia. Es el desecho de un orden social y político que se desvanece. El mundo camina a ritmo vertiginoso hacia una incertidumbre sombría. El discurso político no deja de degradarse. Triunfan las mentiras, las críticas hiperbólicas y los personalismos más extremos. No solo el sistema político parece incapaz de responder a los desafíos autoritarios, una parte importante de la ciudadanía también se muestra seducida por la obscenidad del espectáculo. Subyace un alarmante desprecio por las normas que sostienen la convivencia. Ante ello, queda el combate o la pesadumbre. O ambos a la vez. Asistir al derrumbe de los valores que creíamos sólidos no es inocuo. Es una crisis existencial que viene a sumarse a otras. Sobrevuela la tentación de cerrar los ojos y olvidarse de todo. Pero no está de más recordar que la simple agua común sirve para diluir la orina. Quizá solo hay que recordar aquello que, un día, nos permitió sumar voluntades. Utilizar la memoria para volver a conquistar la esperanza.
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