Opinión | El mar alrededor

Carol Álvarez

Carol Álvarez

Subdirectora de El Periódico

El próximo apagón en España

Queda de lo vivido nuestra manera de afrontarlo de forma individual, pero estamos ya en la siguiente pantalla, ahora sí enchufada, para encontrar planes sostenibles para un futuro donde se repetirán colapsos energéticos así.

Un teléfono Telstra que funciona con energía solar en la ciudad de Opalton de la zona poco poblada de Queensland, Australia,

Un teléfono Telstra que funciona con energía solar en la ciudad de Opalton de la zona poco poblada de Queensland, Australia, / MICK TSIKAS / EFE

El día del apagón fue un viaje al pasado para muchos: volvimos a las velas, a las linternas guardadas en cajas de herramientas. Más de uno no encontró ni una cosa ni la otra y arrasó con las nuevas linternas led que no sabía ni que existían, porque por linterna solo conocía la del móvil…que no podía usar por falta de batería. Volvimos a las pilas para alimentar radios, también. De las muchas lecciones de un día histórico nos queda el retorno a otras formas de ocio, desde los juegos de cartas hasta la charla con los vecinos en el rellano de la escalera primero y luego, al oscurecer, en la puerta de entrada. Las cervezas más o menos frías, y otros refrescos, los bocadillos, el hornillo de gas para calentar algo sencillo. Queda de lo vivido nuestra manera de afrontarlo de forma individual, pero estamos ya en la siguiente pantalla, ahora sí enchufada, para encontrar planes sostenibles para un futuro donde se repetirán colapsos energéticos así.

     Tenemos ejemplos en todo el mundo de apagones de gran alcance relacionados con fenómenos meteorológicos, y la demanda extrema de electricidad que conllevan, por ejemplo, las olas de calor, también disparan los riesgos para el servicio. El impacto del apagón en España tiene pocos precedentes por el número de población afectada, pero en lugares donde los apagones son tan frecuentes como en Estados Unidos o Australia, las vías para limitar su impacto siempre se han mantenido por el carril del apoyo a las energías renovables y el impulso de alternativas en forma de deslocalización de fuentes de suministro y de almacenes de baterías. 

     Alemania hace tiempo que ya apuesta por sistemas de emergencia, diferenciados en cada estado, y que garantizan la electricidad a partir de generadores distribuidos para casos extremos a los que pueden recurrir los vecinos de la zona. 

     Fueron los generadores particulares los que permitieron operar a hospitales y empresas que no vieron así afectado del todo su rendimiento, a algunas cadenas de supermercados, restaurantes y hoteles, a la misma policía y muchas instituciones. Por qué el sistema de teleasistencia domiciliaria no está integrado en este sistema de provisión de energía deberá corregirse, por ejemplo. También la necesidad de extender el uso de baterías y generadores por barrios o zonas geográficas.

Volviendo a Australia, hace apenas un año vivió uno de sus últimos grandes apagones con medio millón de habitantes a oscuras durante días y algunos, durante semanas, por los fuertes vientos y rayos que destruyeron literalmente la infraestructura eléctrica. Los almacenes de baterías fueron providenciales para reducir el impacto global de la avería, y eso que la apuesta por las renovables y por las baterías del país tuvo que superar una fuerte campaña de desinformación que se arrastraba desde el gran apagón que sufrieron en 2016, el peor registrado hasta el momento, y que apuntó a la vulnerabilidad de las energías verdes que crecían en el mercado eléctrico y reabrió el debate sobre el abandono del carbón. 

     Justo esta semana los laboristas han renovado en el gobierno australiano y lo hacen con una promesa electoral de primer orden: pretenden invertir más de 2.000 millones de dólares en el fomento de la instalación de baterías en un millón de viviendas, pequeñas empresas e instalaciones  para 2030. Uno de cada tres hogares australianos ya se alimentan con energía solar y su experiencia despeja dudas sobre el camino a seguir.

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