IA, MAGA y salud pública

La inteligencia artificial (IA) tiene una gran potencialidad para mejorar determinados aspectos de la sanidad, logrando diagnósticos y tomas de decisión más precisos y más rápidos, tratamientos más adecuados a las condiciones de cada persona concreta, nuevos medicamentos y vacunas, mejoras en la vigilancia epidemiológica, robótica... En pocas palabras, más efectividad y eficiencia para el sistema sanitario. Un antes y un después.

Pero la tecnología no es neutral, y los algoritmos, verdadero corazón de la IA, son el resultado del contexto social en que se desarrollan. Pueden sesgarse si se basan en datos incumplidos, mal interpretados o, directamente, falsos. Detrás de la IA siempre hay un humano con su ideología y sus intereses. Además, por ahora, el desarrollo de la IA está única y exclusivamente en manos de grandes multinacionales privadas, que también tienen sus intereses.

No sé si lo recuerdan pero, ahora hace 100 días aproximadamente, Donald Trump tomó posesión, por segunda vez, de la presidencia de EEUU, y, rápidamente, él y su equipo se pusieron manos a la obra de MAGA (Make America Great Again), apoyados fervorosamente por los denominados 'tecno-magnates', los grandes líderes de las industrias tecnológicas, como Musk (Tesla), Bezos (Amazon), Zuckerberg (Meta) o Pichai (Google). Por cierto, estos son los que, por ahora, están creando y desarrollando estos algoritmos que tanto pueden cambiar la sanidad en el mundo, y lo hacen en contra de cualquier control democrático.

El mundo de la sanidad también ha sido afectado por la oleada MAGA. Hace pocos días, la web de la Casa Blanca se abría con un informe titulado 'Lab Leak. The True Origins of Covid 19', en el cual se rebate el punto de vista de la totalidad de organizaciones científicas de prestigio, entre ellas, la OMS, respecto de los orígenes del covid-19, desacreditando a los profesionales de la salud pública y afirmando, con toda la contundencia, pero sin pruebas, que esta pandemia había surgido de una fuga de un laboratorio experimental chino. Por cierto, los chinos han publicado muy recientemente su informe correspondiente sobre los orígenes del covid-19 y, vaya por dónde, lo sitúan en EEUU.

Entre otras afirmaciones, la web de la Casa Blanca, nos dice: “Los funcionarios de salud pública a menudo engañan el pueblo americano a través de mensajes contradictorios, reacciones impulsivas y carencia de transparencia”, y que “la respuesta de la OMS a la pandemia de covid-19 fue un fracaso abyecto, porque cedió a la presión del Partido Comunista Chino y situó los intereses políticos de China por delante de sus deberes internacionales”.

Añadamos dos hechos más: la salida de EEUU de la OMS, y el nombramiento de Robert F. Kennedy, conocido activista negacionista y antivacunas como secretario de Salud del Gobierno americano que, como primeras actuaciones, ha despedido a buena parte del personal de agencias vitales para la salud pública mundial, como el CDC (centro para el control y prevención de enfermedades) o el Instituto Nacional de Salud (NIH), ha desacreditado la vacuna contra el sarampión, asociándola con el autismo, facilitando, por el descenso de las vacunaciones, un grave brote de sarampión, una enfermedad que ya estaba erradicada de EEUU, además de intentar intervenir partidariamente en las universidades, centros de investigación y publicaciones científicas más renombradas.

Este es el entorno sociopolítico en el que se está desarrollando el drama. En resumen, una herramienta tan potencialmente útil como la IA podría convertirse en arma ideológica en manos de negacionistas y antivacunas.

Tan solo estableciendo mecanismos de control neutrales y basados en el conocimiento científico contrastado podemos confiar, dadas las circunstancias antes mencionadas.

Ciertamente, la Unión Europea (UE) ha publicado el reglamento UE 2024/1689 mediante el cual se establecen normas armonizadas sobre IA. El problema es que esta norma tan solo afecta a la UE que, por ahora, no lidera los progresos en IA. Además, la OMS ha hecho una propuesta de acuerdo sobre prevención, preparación y respuesta frente a pandemias para reforzar la colaboración internacional, la equidad y la resiliencia frente a futuras crisis sanitarias globales, que ayudaría en este sentido. Este acuerdo se tiene que presentar y aprobar en la próxima asamblea mundial de la salud, este mes de mayo. EE.UU y Argentina, que han anunciado su salida de la OMS, no lo han firmado.

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