Opinión | Gárgolas
Josep Maria Fonalleras
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Hospital de campaña

En el transcurso del combate, se trata de elegir si la Iglesia es todavía una tienda que acoge o si contempla la devastación bajo un palio de altiva indiferencia

AL MINUTO | Nuevo Papa: última hora del cónclave y los cardenales candidatos a Pontífice tras la muerte de Francisco

Sesión de un cónclave para la elección del nuevo Papa.

Sesión de un cónclave para la elección del nuevo Papa. / Archivo

Los expertos vaticanólogos y los aficionados a la cosa pontificia se preparan para el cónclave de la próxima semana con el mismo entusiasmo con que los periodistas deportivos y los aficionados a lo futbolístico afrontan una final de Champions, con la diferencia de que no hay un cónclave cada temporada, sino muy de vez en cuando. Es decir, las expectativas son aún más intensas. Como ocurre con el deporte (¡y escoger un papa es un deporte de riesgo!), los días previos acaban siendo más importantes y más apasionantes que las horas en las que el balón está en juego. Cuenta el antes, sobre todo. Saber los detalles de la concentración, adivinar los secretos de la táctica, informar sobre el previsible once inicial.

Las congregaciones generales de cardenales funcionan como barómetro de lo que está por venir, pero las informaciones que recibimos son sesgadas, generadoras de incertidumbres, máquinas de quinielas. Fijémonos, sin embargo, en las homilías fúnebres. En la última despedida a un papa en activo, en el 2005, el cardenal Ratzinger pronunció una que fue premonitoria. Concluyente. Fue como un anuncio de su inminente elección como Benedicto XVI. Ahora, el cardenal Giovanni Battista Re ha presidido las exequias de la plaza de Sant Pedro. Re, que tuvo un papel clave en la elección de Bergoglio, no solo fue el encargado de la magna ceremonia del sábado, sino que también presidirá la misa 'pro elegido pontifice' que se celebrará el día 7, justo antes de que los cardenales con derecho (justamente él no podrá: tiene 91 años) entren en la Capilla Sixtina. Re propuso la alegoría más bella y, seguramente, la más clarividente. La Iglesia no construye muros, sino puentes, "es como un hospital de campaña después de una batalla en la que ha habido muchos heridos". La batalla, por supuesto, no ha terminado. No hay un "después de", sino un "durante". En el transcurso del combate, se trata de elegir si la Iglesia es todavía una tienda que acoge o si, desde lo alto de la colina, encaramada y adamascada, contempla la devastación bajo un palio de altiva indiferencia.

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