Opinión | MIEL, LIMÓN & VINAGRE

Pilar Garcés

Pilar Garcés

Periodista

Amalia de Orange, la princesa liberada

A principios de este abril inauguró un jardín de 7.000 ejemplares de la flor nacional de Holanda frente al Teatro Real, en la plaza de Oriente

Catalina Amalia de Orange

Catalina Amalia de Orange / Redacción

Si hay una princesa europea que cumple a la perfección el estereotipo del cuento, esa es Amalia de Orange. De cuento antiguo, cabe aclarar. De épocas sin filtros, cuando las historias mezclaban las dosis de fantasía, violencia y acción necesarias para incrustarse en la memoria colectiva, sin edulcorar las circunstancias o mostrar excesiva preocupación por la salud emocional de los destinatarios. Unos malhechores han colocado en la diana a la heredera de un pequeño pero próspero reino, de manera que sus padres deciden esconderla en un castillo a salvo de los sicarios que la pueden secuestrar o matar. La pobre chica acaba de alquilar un piso de lujo que comparte con compañeras de la universidad, es por primera vez independiente, pero a sus 19 años la obligan a confinarse de vuelta al nido…

Hasta ahí el planteamiento clásico de lo que le ocurrió a la primogénita de Guillermo y Máxima de los Países Bajos, cuando en 2022 el servicio secreto de su país descubrió que la Mocro Mafia (así denominada por estar dirigida por personas originarias del norte de África), un grupo del crimen organizado dedicado al tráfico de drogas, suponía una amenaza seria y real para la heredera al trono recién llegada a su mayoría de edad, y para el entonces primer ministro Mark Rutte. Amalia abandonó su autonomía en Amsterdam para recluirse en el palacio de Huis ten Bosch de La Haya. ¿Logró la desdichada chica librarse de tan cruel encierro? No hizo falta que lanzara sus trenzas por la ventana de la celda, pero sí la intervención de un paladín de sangre azul.

No fue otro que Felipe VI, padrino de la futura reina de Holanda y gran amigo de su familia. Tal y como desvelaron sus progenitores en el transcurso del brindis en la cena de gala de su viaje oficial a España año y medio después, cuando ya había menguado el peligro, la princesa vivió en secreto en Madrid. La estancia a salvo de su hija en el barrio de Salamanca fue calificada por el rey Guillermo de Holanda de "conmovedora muestra de amistad".

En la capital gozó de anonimato y protección, y pudo continuar sus estudios, un grado interdisciplinario de política, psicología, derecho y economía. Siendo su madre argentina, se expresa perfectamente en castellano, igual que en neerlandés e inglés, lo que facilitó su adaptación. Educada en colegios públicos en su país, al igual que sus dos hermanas menores, en el paréntesis español optó por una exclusiva universidad privada donde no llamó en absoluto la atención. Bajo la tutela a una cómoda distancia de los reyes Felipe y Letizia, llevó una vida prácticamente normal, con salidas los fines de semana a discretas fincas de familias acomodadas para estar con sus amigos y disfrutar de una de sus aficiones, la caza. De nuevo, como las princesas de los cuentos que se disfrazaban para mezclarse con el pueblo (en este caso, el adornado con el pertinente pedigrí).

Amalia, que también lleva el castizo nombre de Carmen en homenaje a sus ascendientes argentinos; quiso corresponder con belleza al tiempo que disfrutó en Madrid, y que la libró de la clausura "frustrante y nada fácil", en palabras de su padre, que le impuso su condición de objetivo de criminales. A principios de este abril inauguró un jardín de 7.000 ejemplares de la flor nacional de Holanda frente al Teatro Real, en la plaza de Oriente. Junto al alcalde José Luis Martínez Almeida, quien declaró que no llegó a enterarse de la presencia clandestina de tan ilustre vecina, descubrió una placa en la que podía leerse:

"Muchas gracias por mi tiempo en Madrid. ¡Disfruten de los tulipanes!" Apareció sonriente y relajada la futura reina que desde los 21 años cobra un sueldo de 1,5 millones de euros anuales, y que en la entrevista en profundidad que ofreció por sus 18 aseguró que adora las tiaras de piedras preciosas atesoradas por su familia. Su comparecencia entre flores dio pie a cientos de comentarios que se suman a los que sobre su físico y su peso soporta desde adolescente.

A falta de un príncipe azul que redondee la historia de Amalia de Holanda, ahí va un villano que mantiene la trama en tensión. Hace un año la policía detuvo en Marbella al enemigo público número uno de los Países Bajos, el cabecilla de la Mocro Mafia que amenazaba a la heredera, por un multimillonario blanqueo de capitales. Tras un aparente error judicial se le puso en libertad, en medio de la confusión que se produjo por la solicitud de extradición holandesa y no se ha vuelto a saber de él. Colorín, colorado, este cuento quizás no se ha acabado.