Opinión | Apagón eléctrico
Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Periodista

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Hacer sostenible lo sostenible

Los expertos alertan sobre cómo España está transformando su entramado energético en un espacio verde con riesgos

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Los barceloneses agotan radios, linternas, pilas y velas de las tiendas ante el temor a una noche sin electricidad

Semáforos sin funcionar durante el apagón

Semáforos sin funcionar durante el apagón

Las escuelas cortan las calles un viernes de mes por la tarde, en Barcelona, para reivindicar un aire más saludable. Parece una buena idea, sobre todo por los niños. Además, creemos vivir en un país donde cada vez son más las renovables que generan energía. Nos crea tranquilidad. Pero no es tan fácil. Mientras las direcciones de los colegios sitúan a los niños en los cruces de las calles, el caos circulatorio en las zonas adyacentes provoca un incremento extraordinario de dióxido de carbono. A la vez, mientras vamos retirando centrales de gas o carbón que generan electricidad, el sistema colapsa y España acaba funcionando con centrales generadoras que utilizan gasóleo. Nos olvidamos de que hay que hacer sostenible lo sostenible y no de cara a la galería.

Nos está ganando la estética, el lucir bonito, el reivindicarse ecológico aunque, por detrás, las buenas intenciones se diluyan como inservibles. Buenas intenciones, eso sí, pero que restan.

Lo cierto es que la población en general se comportó ante el apagón sufrido con una serenidad envidiable. Sin luz, sin internet, sin dinero en metálico, sin metro, ni trenes, con los hospitales desbordados, nada estaba en su lugar, un absoluto desastre, pero con tranquilidad.

Muy pronto comenzaron a sonar especulaciones conspirativas. Siempre existe un público dado a conspiraciones. No dudo que los detalles puedan acabar conduciéndonos a sospechas que son resueltas con historias de ficción bien armadas en el guión y hasta divertidas. Demasiadas series de televisión.

Los expertos alertan sobre cómo España está transformando su entramado energético en un espacio verde con riesgos. Algunos son minuciosos y bien ejecutados. Un ejemplo es Aena. Aprobó en 2019 un documento sobre su Estrategia de Sostenibilidad 2021-2030 que tenía como idea fuerza: “Rumbo cero de emisiones”. Por alguna razón, el aeropuerto del Prat ni se inmutó en sus constantes vitales diarias de centro aeroportuario mientras a su alrededor las infraestructuras se caían. Alguna razón habrá. Pero existen puntos débiles profundos y el lunes negro fue un ejemplo.

Nos quedan experiencias interesantes sobre el día del apagón. Hacia las siete de la tarde, ya con menos tráfico que había sumido Barcelona en un caos circulatorio, los conductores y los viandantes comenzaron a convivir sin semáforos de forma natural. Excepto los locos de siempre, coches y paseantes decidieron respetarse de una forma que hace creer en la condición humana. Sin posibilidad de semáforos organizativos, pase usted, paso yo, la ciudad fue invadida por un respeto curioso. Puede que fuera la novedad y que, de haber durado unos días más, habríamos acabado dándonos de tortazos. Pero lo cierto es que Barcelona se convirtió en una ciudad amable e Ildefons Cerdà demostró su inteligencia urbanística a la hora de inventar los chaflanes. Como en la época de los carruajes.

Todo fue una vuelta. Las radios a pilas, las velas para los candelabros y dejarnos llevar sin redes sociales. Todavía sacaremos conclusiones positivas de un día sin luz y transistor.

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