Opinión | Glòries
Juli Capella

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Arquitecto

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De nudo a nodo

Aunque ahora nos parecería inaudito, gran parte de la profesión de la arquitectura se posicionó en contra de crear un parque

Barcelona culmina el parque de Glòries con el estreno de su plaza central el 26 de abril

La plaza de las Glòries, bendecida por las lluvias de este 2025 en la ciudad.

La plaza de las Glòries, bendecida por las lluvias de este 2025 en la ciudad. / JORDI OTIX

Menos mal que ha ganado el sentido común. Casi nadie se acuerda, pero el debate sobre la maldita plaza fue uno de los más furibundos –aunque no tanto como el de las 'superillas'– que hemos vivido en la ciudad. Todo quisque se apuntó a opinar. Y aunque ahora nos parecería inaudito, gran parte de la profesión de la arquitectura se posicionó en contra de crear un parque. El prestigioso y añorado urbanista Manuel de Solà Morales creía que era necesario coser ese agujero construyendo más trama urbana. Incluso alguno, aprovechando las ínfulas nacionalistas del momento Trias, fue más allá, reivindicaba construir una gran plaza dura, la más grande de Catalunya. Algo así como el Tiananmen chino o el Zócalo mexicano. Las piedras, no la vida.

Por fortuna, en vez de una árida explanada para actos conmemorativos, tenemos lo que más precisa urgentemente Barcelona, verde urbano, para suplir la vergüenza de ser la ciudad europea de su rango más pelada. Necesitamos superficie para usar y respirar.

Solo lamento que no se haya dejado, a modo de ruina contemporánea, un trozo del tortel con la autopista elevada que durante años destrozó este enclave. Que no fue creado por Porcioles sino con motivo de los Juegos Olímpicos, algo de autocrítica también nos conviene. Contemplar ahora esa mole nos serviría como recordatorio de cuan brutos pudimos llegar a ser. Mantenerla nos hubiese ahorrado unos millones, y de paso nos daría algo de sombra, que creo que es lo que más le va a hacer falta a este bienvenido parque.

Cuando el derribo fue consumado, los arquitectos Anna y Eugeni Bach, propusieron, muy en serio, llevar toda la ruina y amontonarla en la plaza Catalunya, creando “un mirador para tener una nueva perspectiva de la ciudad”. De forma paradójica, el propio proyecto actual construye una pasarela circular, muy similar en su forma, para poder ver el parque desde cierta altura. Vaya, una pena no haber mantenido la antigua, hoy nos sería muy útil simbólica y estructuralmente. Y, probablemente, nadie pondría en duda que tocan parques y aprovechar lo existente.

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