La munición de Pedro Sánchez
Si se trata de desembarazarse de los extremos, el presidente del Gobierno no está ni se le espera. Es la circunstancia de haberse instalado en un búnker
La empresa del polémico contrato con Israel ha recibido del Gobierno 2,5 millones de euros en otras nueve adjudicaciones desde 2023

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una comparecencia en el Congreso de los Diputados. / José Luis Roca
Un rastro de mutaciones llamativas configura ya la biografía política de Pedro Sánchez. Ha dejado a la Guardia Civil sin balas y cambia de chaleco para satisfacer a Yolanda Díaz. Es de lo que habla la ciudadanía en el café de media mañana, ya a punto de cumplimentar enojosamente la declaración de renta. A un año de su retiro espiritual de unos días para regresar con ímpetu democratizador, el presidente del Gobierno sigue igual, en un juego de sombras con ÁBalos, Puigdemont, Trump y Jinping en el papel de anfitrión benefactor.
Desde en el momento en que, obligado por la realidad, Sánchez se pronunció a favor del 2 % en defensa, la pulsión antiatlantista de sus socios comunistas –después de Lenin, Putin- ha dado otro giro a su estela de líder. Ahí estaba Yolanda Díaz dispuesta a negociar. En fin: seguir con sus denodadas labores vicepresidenciales acallando el rebrote anti-OTAN a cambio de dejar sin balas a la guardia civil, porque iban a ser suministradas de acuerdo con un contrato ya firmado con empresas israelís.
Al tener, si acaso, el balance final de las compras a Israel puede ocurrir que, proporcionalmente, España sea uno de los mejores clientes de su industria armamentística. En los viejos manuales de moral, casos así se definían como hipocresía de las naciones. Es todo lo que el sanchismo y sus aliados iban a borrar del mapa. Consecuentemente, Marlaska y la fiel María Jesús Montero siguen en sus puestos.
Es posible que Sánchez se haya inspirado en el célebre giro del PSOE, cuando con Felipe González pasó del “OTAN, de entrada no” a pedir el “sí” en el referéndum de ingreso en la Alianza Atlántica. Son efectos de juego de espejos porque el giro felipista representó el pleno regreso de España a la comunidad internacional, por la puerta grande, mientras que Pedro Sánchez se está quedando aislado, con sus socios de Gobierno en armas y un panorama europeo que le sitúa en la periferia. La soltura de sus paseíllos cuando llega al Consejo Europeo ha perdido lustre y garbo. En España, el contraste entre la fatiga generalizada y la excitación del periodismo es propio de la vigilia de un cambio.
Ha sido el diagnóstico del socialista Emiliano García-Page –presidente de Castilla-La Mancha- al hablar de la bunkerización de Sánchez, la etapa búnker. García-Page, político de frases tan sustanciosas como afiladas, también ha aludido a una opción que los tejemanejes de Sánchez para mantenerse en el poder hacen impracticable: los grandes acuerdos entre PSOE y PP. ¿Es García-Page un misil extraviado o representa una alternativa a Sánchez? La posibilidad de acuerdos de altura entre el PSOE y el PP está presente como deseo en todas las encuestas, aunque los encuestados sepan que con Sumar y Vox por en medio esa es una vía ilusoria. Los extremos se tocan. Pero si se trata de desembarazarse de los extremos, Sánchez no está ni se le espera. Es la circunstancia de haberse instalado en un búnker. Ya nadie pasea conversando por los jardines de la Moncloa.
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