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Joan Tapia

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Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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De Roncalli a Bergoglio

Francisco ha querido reconectar con el espíritu de Juan XXIII que, en 1958, decidió la apertura para que la Iglesia no quedara prisionera de los errores del pasado

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Sara Fernández / PI STUDIO

¿La Iglesia es tan longeva por su gran y aparatosa liturgia? Lo decía Samaranch, pero lo cierto es que cuando se muere un Papa y se convoca el cónclave, el proceso se convierte de inmediato en absolutamente dominante. El Vaticano es pequeño, pero hay 1.400 millones de católicos en el mundo. Y los electores serán esta vez 133 cardenales de 71 países y de todas las razas. Suspense. ¿Cuántas veces saldrá humo negro? ¿Quién será el sucesor de Francisco?

En la Iglesia siempre ha habido tendencias. Simplificando, la elección en 1958 del cardenal Roncalli (Juan XXIII) supuso el intento de una Iglesia muy inmovilista (Pio XI y Pio XII) en abrirse al mundo con el concilio y no quedar atrapada en el pasado. Y el Papa Montini, Pablo VI, siguió esta línea. Pero, a su muerte (1978), el colegio cardenalicio temió que la apertura hubiera ido demasiado lejos. Había que frenar. Y esta voluntad dominó el largo papado de Wojtyla (1978-2005), que tenía una gran autoridad moral por haber defendido la Iglesia (y la libertad) frente al régimen comunista de Polonia. Y el alemán Ratzinger, Benedicto XVI, siguió la misma inclinación, pero no pudo superar las tensiones internas y acabó renunciando.

Estos cambios de pontífices tuvieron muchas consecuencias. El papa anterior a Juan XXIII, Pio XII, junto al cardenal Pla y Deniel, bendijo la guerra de Franco como una cruzada. El padre Evangelista Vilanova, monje de Montserrat e historiador, me recordó que Montini nombró cardenal en 1961 a Tarancón, luego le hizo arzobispo de Madrid, fue presidente de la Conferencia Episcopal hasta 1981 y tuvo un destacado papel en la Transición. Recordemos la reacción ultra: “Tarancón al paredón”. Pero luego se produjo un fenómeno inverso, cuando Wojtyla nombró cardenal y arzobispo de Madrid a Antonio Rouco Varela, que fue doce años presidente de la Conferencia Episcopal y alentó la involución conservadora de Iglesia que, en parte, coincidió con el aznarismo. Tres papas, tres cardenales y tres impactos muy diferentes.

Volvamos al mundo. En 2013, la elección de Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, fue una gran sorpresa. El primer Papa no europeo, el primero jesuita y que, además, debía convivir con Benedicto XVI. Bergoglio quiso reconectar con el Roncalli de 1958. Eligió el nombre de Francisco (del de Asís), conocido por su amor a los pobres y los olvidados, que hoy son muchas veces los inmigrantes que huyen de la miseria y no siempre son bien acogidos. También quiso “auscultar” a la Iglesia tras los graves escándalos de corrupción y abusos sexuales.

Este camino enervó no solo a la Iglesia más conservadora sino también a los reticentes a la inmigración. Casualidad, la última audiencia de Francisco fue al vicepresidente Vance, cuando Trump -que asistirá ufano al funeral- quiere expulsar a 13 millones de emigrantes. Pero frente a la severidad de sus antecesores, la clave de Bergoglio fue la humildad (no quiso vivir en el palacio vaticano) y la empatía que le permitió lanzar mensajes sencillos: ¿quién soy yo para juzgar a alguien de una sexualidad no convencional? También su comprensión con los divorciados, o vueltos a casar, que no quieren abandonar la Iglesia. E incluso su llamada a conservar el planeta, que conecta con una inquietud muy actual. Y su apertura al 'otro mundo', donde eligió a muchos cardenales.

Bergoglio ha levantado muchas críticas -e incluso conspiraciones- de los cardenales más conservadores y de los enemigos de la inmigración, pero tampoco ha contentado a los que quieren un revisionismo total. Él primaba la proximidad. El cardenal Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal, dice que ha provocado “descoloque” a los “progresistas”. Quizás, también, a muchos obispos, a los que recriminó su tímida reacción a los abusos sexuales a menores.

Lo seguro es que era más Roncalli que Wojtyla. ¿Quién le sucederá? Es absurdo discutir nombres, porque los candidatos de verdad surgirán tras las congregaciones de cardenales que se reunirán antes del cónclave. Es difícil que salga otro Wojtyla, porque Francisco ha nombrado a 108 de los 133 cardenales electores. Pero un cisma podría ser fatal y tampoco optarán por alguien que atice las querellas de los últimos años. Así pues, un 'franciscano'. Pero templado.    

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