Éramos pocos...
En Europa, solo Francia y el Reino Unido tienen armas nucleares. Si pueden o no y en qué condiciones defender a toda Europa empieza a ser objeto de discretas conversaciones, porque sin arma nuclear no hay defensa posible y dotarse de ellas es muy caro
Locuras, realidades y ficción
¿Amigo o enemigo?

Nuclear button on black background, banner. 3d illustration / JIM LO SCALZO / EFE
...y parió la abuela. A la montaña rusa de los aranceles se suma ahora el riesgo nuclear, porque acabamos de saber que durante su reciente visita a Washington, Netanyahu trató de convencer a Trump de atacar a Irán con el pretexto de evitar su posible nuclearización. Afortunadamente no tuvo éxito. Y también hemos sabido que en 2022, cuando la invasión de Ucrania no cumplió los objetivos iniciales de Putin, los servicios de Inteligencia norteamericanos estimaron nada menos que en un 50 % la posibilidad de que Moscú utilizara armas nucleares tácticas para dar la vuelta a la tortilla. Pone los pelos de punta pensar lo cerca que pudimos estar de una catástrofe que recuerda a la crisis de los misiles en Cuba en 1962.
En aquel entonces, alertados por el peligro, rusos y americanos pusieron en pie un programa de control sobre las armas nucleares que limitaba su número, establecía medidas de creación de cautelosa confianza (“trust but verify”) y una compleja arquitectura de seguridad (TNP, CTBT, Cielos Abiertos, INF, START, etc.)... que en los últimos años ha sido casi completamente desmantelada. Ya hay nueve países con armamento nuclear (EE. UU., Rusia, China, UK, Francia, Pakistán, Israel, India y Corea del Norte), los chinos se están armando hasta los dientes y no quieren saber nada de control hasta tener un arsenal como los que tienen rusos y americanos, y aún es peor porque Trump ha renunciado al compromiso de no ser el primero en utilizarlas y Putin ha ampliado los motivos para hacerlo, mientras sigue en el aire la incógnita de Irán, que debate si cruzar el umbral nuclear y convertirse así en tan intocable como el régimen de Pyongyang, o evitar la reacción militar que eso provocaría por parte de Israel y de EE. UU. Precisamente ayer americanos e iraníes se reunieron por segunda vez en Omán para tratar de negociar un acuerdo que impida a Teherán dotarse de esas armas. Si la cosa va bien cabe esperar negociaciones largas y complicadas mientras Israel y los halcones de ambos bandos procuran hacerlas descarrilar.
Además, la ambigua política de Donald Trump con la OTAN puede llevar a otros países a buscar seguridad en la bomba. El núcleo duro de la Organización es su artículo 5, que prevé la defensa automática si un miembro es atacado y que incluye como elemento fundamental el paraguas nuclear norteamericano, algo que hoy ya no es tan seguro porque Trump niega su aplicación a países como España, que gastan poco en Defensa (un magro 1,29 %). Otras voces en Washington exigen retirarse de la OTAN (es imposible porque se precisan 2/3 del Senado), o dejarla “durmiente” mientras se reconsidera su propósito y ambición, reduciendo el dinero o los soldados a su disposición. El resultado es la quiebra de la confianza que los europeos teníamos de que en caso de venir mal dadas el amigo americano nos protegería, y por eso ahora nos tenemos que rearmar a toda velocidad aunque no le guste a don Pedro Sánchez y sus cándidos socios, tan pacifistas como ignorantes de la realidad internacional. La Cumbre de junio de la Organización será muy importante para saber por dónde soplan los vientos. Y es que, como ha dicho Donald Trump, “ya es hora de que los europeos se ocupen de su defensa y dejen de vivir de gorra a costa nuestra”. El problema de la confianza, como la honra de nuestros clásicos, es que cuesta lograrla, se pierde rápido y tarda mucho en recuperarse.
En Europa, solo Francia y el Reino Unido tienen armas nucleares. Si pueden o no y en qué condiciones defender a toda Europa empieza a ser objeto de discretas conversaciones, porque sin arma nuclear no hay defensa posible y dotarse de ellas es muy caro. Mientras tanto, el miedo, que es libre, hace que otros países comiencen a plantearse la posibilidad de convertirse en potencias nucleares como Alemania, Polonia, Corea del Sur... Y eso es muy grave, porque cuantos más países accedan al club nuclear, más también querrán tener la bomba (si Irán la consigue le seguirán Arabia Saudita, Turquía y quizás Egipto), y más riesgo habrá de que un día alguien decida utilizarla, poniendo en riesgo la vida en el planeta. Nos queda la esperanza de que Putin haya ofrecido hablar del asunto mientras sigue mareando la perdiz en Ucrania y agotando la paciencia de Trump. Lo urgente e inmediato no debería hacernos olvidar lo verdaderamente importante.
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