Opinión | Gárgolas
Josep Maria Fonalleras
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Literatura y ciudadanía

No tenemos que imaginar una especie de paraíso para las letras, una comunión sagrada y eufórica entre ciudadanía y literatura, que se sublima en un día como este

/esGuía para Sant Jordi 2025 en Barcelona: actividades, puertas abiertas, paradas, firma de libros y mucho más

Ambiente del día de Sant Jordi en Barcelona.,

Ambiente del día de Sant Jordi en Barcelona.,

Este año apenas tendremos tiempo de comernos la mona (los huevos de chocolate, sí: vuelan, desaparecen en las sobremesas de los ahijados) y ya nos saltará a la yugular el día de Sant Jordi. Quizás nos llegue de forma demasiado repentina, pero eso son cosas contra las que no podemos luchar. Lo agradece, por ejemplo, el gremio de los pasteleros. En los obradores, acabarán de limpiar los mármoles del día antes y ya estarán preparando la decoración de la tarta de Sant Jordi, que es un invento bastante reciente (bizcocho, crema quemada y mermelada para dibujar las cuatro barras, quizás una rosa de azúcar), pero que tiene un cierto predicamento entre el público. El trajín que habrá entre los proveedores de rosas (de las de verdad y de todos los colores) y los responsables de las paradas el día 22 será apoteósico. Y también habrá ambiente en el Palau de la Generalitat, que este año organiza por primera vez, la víspera del patrón, conversaciones literarias. Nace del afán del Gobierno Illa de recalcar la importancia de la literatura en un día tan señalado. La consellera del ramo ha dicho que Sant Jordi "es una oportunidad para hacer visible el vínculo entre ciudadanía y literatura, que durante todo el año se teje de forma más discreta". Me sabe mal rebajar su entusiasmo, pero eso no es cierto. El vínculo que menciona es, siguiendo la metáfora textil, una bata de andar por casa. Sí que se teje a lo largo del año, discretamente, en librerías y bibliotecas y clubes de lectura y presentaciones y recitales poéticos, pero no el día de Sant Jordi.

No debemos rasgarnos las vestiduras (¡faltaría más!), pero tampoco tenemos que imaginar una especie de paraíso para las letras, una comunión sagrada y eufórica entre ciudadanía y literatura, que se sublima (y “se hace visible”) en un día como este. Es una fiesta, de acuerdo, y no hace falta recordar (como también hace la Generalitat) que "es de todos", como si pudiera ser de otra manera. Como si alguien hubiera podido insinuar que solo es de unos pocos. Es de todos y para todos, pero no precisamente de la literatura.

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