
Doctora en Sociología, especializada en transformación digital e innovación social. ESADE

Liliana Arroyo
Liliana ArroyoDoctora en Sociología, especializada en transformación digital e innovación social. ESADE
Del bot de Trump a la política del futuro: la IA como palanca para el bien común
La política pública debe ir acompañada de diversidad de perspectivas y marcos éticos. La verdadera disrupción esté en reivindicar la reflexión, la escucha y la mirada compleja
Donald Trump elige a un miembro del controvertido Proyecto 2025 para perseguir la "censura" de Apple, Meta, Google y Microsoft

Inteligencia artificial / EL PERIÓDICO
PolicyIQ es un bot inspirado en Trump que ha lanzado un equipo del Tec de Monterrey (México) con el objetivo de simular y anticipar distintos escenarios geopolíticos. Llega en un momento de tormenta de desconcierto y de giros de guion políticos que nos hace proclives a confiar que la IA pueda devolvernos cierta sensación de control. La intersección entre datos, IA y política puede suponer avances a la vez que arroja grandes dilemas. Vamos a usar este ejemplo para hacernos algunas preguntas sobre dos cuestiones: por un lado, la importancia de la política basada en evidencias. Del otro, sobre la simulación como herramienta útil en la toma de decisiones.
En términos generales, la política pública se informa poco de evidencias y desde la producción científica hay que seguir aprendiendo a generar proyectos que acompañen bien la toma de decisiones. La base son datos fiables, estudios rigurosos y análisis comparativos, no únicamente en intuiciones, presiones de grupo o intereses partidistas. Esta es una de las ambiciones del laboratorio de Ciencias Sociales Computacionales del BSC, que utilizan IA y la supercomputación del Mare Nostrum 5 para analizar comportamientos sociales relacionados con medios y democracia o cómo las tecnologías afectan a la forma en que nos relacionamos con el entorno natural.
Otro reto es que predomina la cultura de la acción (a veces efectista), más que la reflexión y la evaluación. En Catalunya, por ejemplo, contamos con una agencia de evaluación de políticas públicas de alto rigor y bajo alcance en cuanto a presupuesto (no llegaba a 2 millones para 2024) y dimensión. Cambiar la cultura requeriría una agencia como esta en cada departamento y muchos esfuerzos para vencer las resistencias al cambio.
También sopla en contra el contexto de incertidumbre. Las herramientas que nos ayudan a prever y mitigar riesgos, nos sirven de muy poco en un contexto de incertidumbre. Ahora bien, la cuestión no se resuelve con el uso de toneladas de datos, por factuales que sean. Por ejemplo, el bot de PolicyIQ se entrena con órdenes ejecutivas y planes estratégicos oficiales pero también con informes oficiosos como el de Project 2025 de The Heritage Foundation (un 'think tank' ultraconservador que propone cosas que os sonarán, como por ejemplo desmantelar la burocracia o erradicar las políticas de equidad e inclusión para recuperar la meritocracia). La política basada en evidencias requiere un código ético de conducta que evite que los prejuicios discriminatorios se respalden en información supuestamente neutral. Tampoco vale delegar las responsabilidades en las tomas de decisiones automatizadas; por eso, uno de los principios a contener en ese código ético es que la inteligencia humana forme parte del proceso. El bot es el asistente para información y contraste, pero no decide.
La segunda derivada es tener en cuenta las posibles consecuencias de cada decisión. Ahí la simulación juega un papel importante. No predice, sino que ofrece algo más interesante que es jugar con el “¿y si…?”: ¿y si esta política genera nuevas desigualdades o puede desencadenar consecuencias muy dispares, según el grupo social? ¿Y si nos permite ver que las opciones A y B son aparentemente iguales, pero en la implementación está el secreto? La simulación de comportamientos humanos no es algo nuevo, si bien la IA y la supercomputación permiten ampliar los datos de partida que se tienen en cuenta y hacer cálculos más sofisticados que puedan abarcar complejidades del comportamiento social.
No está exenta de nuevas preguntas como quién diseña las simulaciones, qué voces quedan fuera del modelo o cada cuánto hay que actualizarlas, para no decidir sobre la ciudadanía de antes de ayer. Ejercicios como el PolicyIQ y otros nos permiten avanzar en la exploración de oportunidades técnicas, a la vez que nos recuerdan los básicos. La política pública debe partir de un compromiso firme con el bien común, acompañado de diversidad de perspectivas y marcos éticos. La verdadera disrupción esté en reivindicar la reflexión, la escucha y la mirada compleja. Y sí, la IA puede ayudarnos en eso si le ponemos voluntad, recursos y principios compartidos.
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