
Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

Jesús A. Núñez Villaverde
Jesús A. Núñez VillaverdeCodirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).
Netanyahu se burla de todo y de todos
Si el primer ministro israelí se regodea en ello es, simplemente, porque nadie le ha hecho ver que hay límites que no se pueden traspasar
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Llegados a este punto -cuando las barbaries de Israel se han convertido en una macabra rutina cotidiana a plena luz del día- se agotan los calificativos para definir lo que Binyamín Netanyahu hace, tanto en Gaza y Cisjordania como en Líbano y Siria. Pero lo que ya resulta obvio, a la espera de que algún día la Corte Internacional de Justicia dictamine si los asesinatos y la destrucción generalizada de Gaza es o no un genocidio, es que el primer ministro israelí se está burlando de todo y de todos.
Lo hace, sin duda, con los palestinos, a los que considera subhumanos violentos por definición y, por tanto, ante los que no cabe misericordia ni, mucho menos, reconocimiento de ningún tipo de derechos. Así, pretende justificar su política de castigo colectivo, que incluye tanto su eliminación física como la destrucción de sus medios de vida. Una política que pretende convencerles (por las malas) de que no hay sitio para ellos en Palestina. En ese sentido hay que interpretar la indiscriminada matanza de civiles, la muy consciente destrucción de hospitales, escuelas y todo tipo de infraestructuras y viviendas, así como el cierre total a la ayuda humanitaria en la Franja.
Se burla igualmente de su propio sistema judicial, dejando al descubierto que muchas de sus decisiones políticas tan solo buscan su salvación personal ante la justicia. Su antidemocrática reforma judicial, tratando de subordinar al Tribunal Supremo al dictado de una mera mayoría parlamentaria, se entiende como un desesperado intento de salir indemne en las causas judiciales abiertas en su contra. Y para ello está dispuesto a prolongar 'sine die' lo que solo impropiamente cabría calificar de guerra, cuando en realidad es una masacre en toda regla que no se puede justificar como respuesta a los condenables ataques de Hamás y la Yihad Islámica Palestina de octubre de 2023. La mofa se extiende a los familiares de las 59 personas que todavía quedan en manos de Hamás, no solo desatendiendo sus demandas para llegar a algún tipo de acuerdo, sino jugando con sus vidas (sin que eso rebaje la responsabilidad de Hamás por su captura) al resistirse a cualquier intercambio que lleve aparejado el cese de la operación de castigo actualmente en marcha.
El escarnio es asimismo indisimulable respecto al derecho internacional. Por un lado, Netanyahu hace caso omiso a las obligaciones que le corresponden a Israel como potencia ocupante, tanto en relación con el bienestar como con la seguridad de la población ocupada. Por otro, son constantes las violaciones del derecho internacional humanitario y las reglas más básicas de todo conflicto violento, lo que lleva a las Fuerzas de Defensa Israelís a emplear armas y tácticas prohibidas, llegando a recurrir al hambre como arma de guerra. Por el camino, parece olvidar que un país que incluso se atreve a definirse como la única democracia de la región no puede imitar impunemente a los que define como terroristas a la hora de hacer frente a la amenaza que estos puedan representar. También parece olvidar que las acciones militares que está realizando en Siria contravienen igualmente el derecho internacional, invadiendo militarmente territorio soberano sirio.
Ese absoluto desprecio afecta también a los compromisos a los que llega, como ocurre con el alcanzado con Hamás el pasado 15 de enero, por el que se pactaba un cese de hostilidades que debía ir acompañado de la liberación de prisioneros, la retirada de las fuerzas militares israelís y la entrada de ayuda humanitaria. El incumplimiento ya ha provocado 1.600 gazatís muertos y más de 4.000 heridos desde la fecha en que se tendría que haber pasado a la segunda fase, y una reocupación militar de la mitad de la Franja. Un comportamiento que se repite en Líbano, con continuas violaciones del acuerdo firmado con Hizbulá el noviembre del pasado año.
El insulto, en última instancia, se dirige también a la Unión Europea (¿dónde quedan sus valores?), a los gobiernos árabes (ninguneando sus ofertas de normalización de relaciones a cambio de volver a las fronteras de 1967) y hasta a EEUU. Y si Netanyahu se regodea en ello es, simplemente, porque nadie le ha hecho ver que hay límites que no se pueden traspasar.
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