Embajaditas y felicidad
Se empieza siendo transparente en el coste y gestión de las embajaditas, y al poco tiempo alguien exigirá -horror- saber la utilidad de algunas direcciones generales, secretarías o institutos varios, que a los ciudadanos les das un dedo y te cogen el brazo
Illa promete "reforzar" las delegaciones catalanas en el extranjero para combatir los aranceles

El pleno del Parlament este jueves en un instante de votaciones. / Marta Sierra / Acn
Hace unos días, en el Parlament, los partidos independentistas, los Comuns y el PSC, votaron conjuntamente contra una propuesta que instaba al Governet a analizar el coste y la gestión de las llamadas embajaditas de la Generalitat. Es muy loable que, cuando se trata de temas de país, se dejen a un lado ideologías y voten todos a una. ¿Qué utilidad tiene para los catalanes saber cuánto les cuesta mantener chiringuitos en Dakar o en Tokio? Únicamente serviría para que se enfadaran al comprobar que, mientras en su propio barrio sufren los recortes en servicios esenciales, en Miami y en Bombay unos cuantos catalanes viven la mar de bien gracias a los presupuestos. Suficientes motivos de enojo tienen ya los catalanes- que si subidas de precios, que si aranceles, que si lesionados en el Barça- para, encima, atosigarles con que lo que se gasta el Governet en pesebres para amiguetes. Estamos en Semana Santa, lo que procede es el recogimiento absoluto y, sobre todo, evitar los malos pensamientos hacia las madres de nuestros políticos, que nos asaltarían si llegáramos a saber la verdad de las embajaditas.
No se trata solo del coste, la propuesta pretendía también fiscalizar la 'gestión' de esas embajaditas. Eso sería mucho peor, y hace bien la mayoría del Parlament de negarse a tamaña insensatez. Imaginen ustedes qué depresión si los catalanes, además de saber cuánto les cuesta mantener oficinas en Accra y en Bogotá, tuvieran conocimiento de los nulos méritos de quienes se ganan la vida ahí y también-agárrense- de la igualmente nula tarea que llevan a cabo en horarios más que laxos. La función del Governet es evitar en lo posible esos disgustos a sus ciudadanos, para lo cual lo mejor es disimular y mirar hacia otro lado.
Se empieza siendo transparente en el coste y gestión de las embajaditas, y al poco tiempo alguien exigirá -horror- saber la utilidad de algunas direcciones generales, secretarías o institutos varios, que a los ciudadanos les das un dedo y te cogen el brazo. La propuesta fue dichosamente rechazada, lo cual nos permitirá seguir viviendo en la ignorancia, que es la forma más sencilla de alcanzar la felicidad. Bueno, esa y que te enchufen en la embajadita de Río de Janeiro.
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