Opinión | Documental
Juli Capella

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Arquitecto

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Para que los amigos me quieran

Tal vez porque sus padres no le dieron cariño de niño, Tusquets empezó de muy joven a buscar admiración y hacerse querer

El arquitecto Oscar Tusquets pinta sus "amores" en los Espais Volart

Oscar Tusquets, ante algunas de las obras de la exposición que presenta en los Espais Volart.

Oscar Tusquets, ante algunas de las obras de la exposición que presenta en los Espais Volart. / LAURA GUERRERO

"Escribo para que los amigos me quieran”, dijo una vez García Márquez. Pero Oscar Tusquets, arquitecto, diseñador y pintor, asegura que esta frase se la robó a él durante una noche juerga de la 'gauche divine' barcelonesa. Apasionado, incorrecto iracundo, irreverente, a sus casi 84 años, exhibe una envidiable lucidez mental y física. Y presume de una retahíla de ilustres amigos, que vemos desfilando en el documental 'Dios lo ve', presentado en el reciente Festival de Cine de Málaga y ahora en el BCN Film Fest. Durante seis años, Àlex Guimerà y Guillem Ventura lo han ido persiguiendo para condensar aquí su periplo.

Tal vez porque sus padres no le dieron cariño de niño, Tusquets empezó de muy joven a buscar admiración y hacerse querer. Y también por eso comenzó a escribir, buscando llegar a más público. En su libro 'Dios lo ve', que da título al film, argumentaba que no hay que trabajar para el cliente, sino a los ojos de Dios. Pero para un no creyente, sería más bien para la posteridad, a la que aspira todo artista.

Cuando Tusquets visita a Vargas Llosa, este lo recuerda protagonista de la “locura” barcelonesa de los años 70 y algo “payaso”. Y cuando va al estudio de Antonio López, este dice que “con Oscar me discuto todo el rato”. Eso sí, que solo discute con gente que estima. Su amigo Barceló le mete un cariñoso rapapolvo, pues lo ve incapaz de entender el momento actual, donde ya no hay dicotomía entre figuración y abstracción. Albert Serra lo acompaña a visitar el museo de Dalí, ídolo inspirador compartido… Entre muchos amigos, van apareciendo algunos de su proyectos más emblemáticos. Pero la divertida película no va de su obra sino del personaje.

Eva Blanch, su mujer, confiesa que Oscar se mueve por admiración. Y a su vez la sigue anhelando para sí con ahínco. Y avisa que con su carácter cascarrabias, un día le van a partir la cara. Un bulo dice que, en los años 70, no le dejaban entrar en algunos locales porque siempre acababa chillando. Y ahora, medio siglo más tarde, continúa. Por eso lo queremos.

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