Opinión | Guerra comercial
Georgina Higueras
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Xi y Trump, frente a frente

El primer asalto lo ha ganado el líder chino, pero el combate no ha acabado. El presidente de EEUU ha demostrado que la mayoría de los países quiere seguir teniendo a Norteamérica de su lado

Trump excluye a móviles y ordenadores de sus "aranceles recíprocos"

El presidente Donald Trump asiste a una reunión bilateral con el presidente de China, Xi Jinping, durante la cumbre de líderes del G20 en Osaka, Japón, el 29 de junio de 2019.

El presidente Donald Trump asiste a una reunión bilateral con el presidente de China, Xi Jinping, durante la cumbre de líderes del G20 en Osaka, Japón, el 29 de junio de 2019. / Kevin Lamarque / REUTERS

Uno gobierna la única civilización que se extiende a través de cinco mil años de historia, el otro se asienta en la cúspide del poder hegemónico que hasta hace muy poco ha gobernado sobre la casi totalidad del planeta. La guerra de los aranceles ha puesto frente a frente a Xi Jinping y Donald Trump. Los dos saben que es un camino erróneo, pero ninguno quiere dar el primer paso hacia la salida, porque aunque una minoría ilustrada defiende que es lo mejor que podían hacer, el nacionalismo vocinglero de la masa puede tacharlo de debilidad.

“Cuando llega el momento de ponerte de pie, te levantas”, reza un dicho chino, mientras gran parte de la población se prepara para lo peor y parece apoyar, según el diario hongkonés 'South China Morning Post', la decisión de Xi de contraatacar las bravuconadas de Trump.

China sabe que sus perspectivas de desarrollo se verán seriamente afectadas si se interrumpe el comercio con Estado Unidos, pero también, que lleva las de ganar. En esta partida, que afecta al mundo entero, el tiempo es el as, y Pekín lo tiene en la manga y lo maneja mucho mejor que Washington, por eso lleva preparándose para esta guerra desde 2018, cuando Trump hizo su primer amago belicoso.

La guerra de los aranceles no pilló a China por sorpresa, pero sí su dimensión. Llegados al 145% ordenado por Trump, respondió con una imposición a los productos estadounidenses del 125% y la sentencia de que “esta será la última subida”. Para Pekín, esas cargas son suficientes para destruir el comercio bilateral y no tiene sentido seguir aumentándolas.

Xi es consciente de que el partido comunista encuentra su legitimación en la mejora del nivel de vida de los chinos y no quiere arriesgar su posición. De ahí que, en todo momento, haya dejado la puerta abierta a la negociación, siempre que sea sobre una “base igualitaria y respetuosa”.

Trump sabe poco de respeto y no está interesado para nada en la igualdad, pero sus barones tecnológicos le han forzado a dar el primer paso hacia el fin de la confrontación. Sin las alharacas de X y en la noche del viernes, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU informó de que quedaban exentos de los llamados “aranceles recíprocos” los teléfonos inteligentes, ordenadores portátiles, discos duros, procesadores de computadores, chips de memoria y las máquinas utilizadas para fabricar semiconductores.

La exención da un respiro a la industria tecnológica china, pero sobre todo impide el batacazo de Apple, cuyos teléfonos móviles se ensamblan en un 80% en China, y de Microsoft, también con enormes intereses, incluida la fabricación de la consola Xbox, en el gigante asiático.

El primer asalto lo ha ganado Xi, pero el combate no ha acabado. Trump, pese a su deleznable actuación, ha demostrado que la mayoría de los países quiere seguir teniendo a EEUU de su lado. China, por el contrario, ha constatado su aislamiento al ver como muchos se han puesto de perfil –España es la gran excepción--, cuando el ‘emperador’ le apuntó con el dedo. Lo más grave puede estar por llegar si Trump opta por hacer de China el chivo expiatorio de su incapacidad para solucionar la crisis política, económica y social que ensombrece el futuro de EEUU, más allá de la pugna por la hegemonía mundial.

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