Opinión | Geopolítica
Jorge Dezcallar

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Embajador de España.

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Locuras, realidades y ficción

En este mundo de líderes fuertes y esferas de poder podemos acabar en un nuevo reparto del mundo como el que se hizo en Yalta: Ucrania para tí, Groenlandia para mí, y el chino que se quede con Taiwán

La Casa Blanca aclara que los aranceles totales a China son del 145%

China aumenta hasta el 125% los aranceles a EEUU y anuncia que no responderá más a la política "de chiste" de Trump

El presidente de EE.UU. Donald Trump, esta semana.

El presidente de EE.UU. Donald Trump, esta semana. / JIM LO SCALZO / EFE

A nadie nos gusta la incertidumbre y ahora tenemos al volante a alguien que tan pronto gira a la derecha como a la izquierda, que va adelante o pone la marcha atrás sin avisar previamente. Y eso no es bueno. Richard Nixon puso de moda la 'teoría del lunático' ('the madman theory”) con objeto de desequilibrar a Mao y a Breznev con los que le tocó lidiar. Kissinger les decía “tengan cuidado porque mi jefe está loco y puede hacer cualquier cosa” y el invento le funcionó, aunque es una estrategia peligrosa, porque puede desconcertar tanto al adversario que le lleve a reaccionar equivocadamente.

Los aranceles son malos para todos: para el exportador y para el importador, para el vendedor y para el comprador, aumentan los precios y la inflación, disminuyen la confianza, el consumo y la actividad económica, aumentan el desempleo, reducen el PIB y potencialmente llevan a la temida recesión. Hoy recordamos el infausto arancel Smoot-Hawlet de 1930 (20%), que contribuyó a hacer más graves los terribles efectos del 'crack' de 1929, aunque afortunadamente la situación sea hoy diferente porque el sistema bancario goza de buena salud.

No es cierto lo que Trump dijo, con su habitual elegancia, de que había cola de países esperando para “besarme el culo” implorándole que quitara los aranceles. Los países preocupados somos muchos pero el daño que su mero anuncio ha hecho a su propio país es el que explica su suspensión durante 90 días, pues no hay que olvidar que el año próximo tendrán lugar las elecciones de medio mandato, donde se renovará la Cámara de Representante y 1\3 del Senado y el partido Republicano podría sufrir un serio correctivo, porque es bien sabido que los americanos votan con el bolsillo. Sin tomar por ahora en consideración la posibilidad de una intervención del Congreso que tiene teóricamente la potestad de poner o quitar aranceles, un poder que Trump le ha arrebatado citando antiguas leyes promulgadas para situaciones de guerra o de emergencia que hoy no parecen darse.

Otra cosa es China, el gran enemigo, el único país con capacidad y con voluntad de disputar la hegemonía mundial a EEUU. En la necesidad de 'contener' a esa China, que ven como una amenaza existencial, están de acuerdo Demócratas y Republicanos, es una de las pocas cuestiones en que lo están. La situación actual, en la que Washington ha impuesto aranceles del 145% a los productos chinos y Beijing ha contestado con aranceles del 125% a los productos norteamericanos, además de sanciones por ambos bandos a algunas empresas y restricciones particulares a ciertas tecnologías y materias primas es algo nunca visto. Una locura que les saldrá muy cara a ambos. China vende más y perderá más dinero, pero EEUU se quedará sin semiconductores y tierras raras, que tendrá muchos problemas para reemplazar. 

Graham Allison dice que en doce de los dieciséis casos que ha examinado a lo largo de la Historia, cuando un poder hegemónico se siente amenazado por una potencia ascendente el asunto termina mal, pero no porque el ascendente ataque al dominante sino al revés, el que ataca es el dominante para acabar con la amenaza antes de que sea demasiado tarde. Lo llama la Trampa de Tucídides. El daño que estos aranceles tan elevados hará a ambas economías equivale a una guerra, aunque librada con armas económicas y no militares. La incógnita es si se quedará ahí o irá a peor con Taiwán y su futuro de por medio, porque Xi ya ha dicho que la quiere ocupar de una u otra forma antes de 2049, centenario de la Revolución de Mao. A diferencia de Biden, que afirmaba que su compromiso con la isla era “fuerte como una roca”, Trump rehúsa definirse, dando la impresión de considerarla una baza negociadora. Igual que Ucrania. Si yo fuera taiwanés no me fiaría un pelo. El almirante norteamericano James Stavridis, que fue comandante de la OTAN ha escrito '2030. A novel of the next world war' en la que un incidente menor en el Mar del Sur de China desencadena un conflicto mundial. Ojalá se quede en ficción, porque en este mundo de líderes fuertes y esferas de poder podemos acabar en un nuevo reparto del mundo como el que se hizo en Yalta: Ucrania para tí, Groenlandia para mí, y el chino que se quede con Taiwán. Con esta gente todo es posible.

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