
Catedrático de la UAB y expresidente de la Corporación de Radio y Televisión Española

José Manuel Pérez Tornero
José Manuel Pérez TorneroCatedrático de la UAB y expresidente de la Corporación de Radio y Televisión Española
Trump o la colonización cultural a través del audiovisual
Con sus amenazas, Trump busca dar una vuelta de tuerca más en ese proceso de dominio cultural a través de los medios, reforzando su hegemonía sobre nuestras vidas
Hollywood no planta esta vez cara a Trump

MAN01. HOLLYWOOD (CALIFORNIA), 20/07/2016.- Visitantes en la estrella de Donald Trump en el Paseo de la Fama hoy, miércoles 20 de julio de 2016, en Hollywood, California (Estados Unidos). La estrella que Trump recibió en el 2007 por su programa telerealidad "The Apprentice" se ha convertido en un punto de encuentro para sus admiradores. EFE/MIKE NELSON / MIKE NELSON / EFE
Trump ha lanzado la especie de que Catalunya, España y Europa han puesto barreras a la industria audiovisual de EEUU. Con ello trata de justificar todos sus aranceles, desde el aceite al acero, pasando por el jamón y los automóviles. Pero ¿tiene sentido la argumentación de Trump? ¿Es verdad que hay barreras al audiovisual y que eso justifica cualquier medida arancelaria?
Nada más absurdo. Si hay barreras (¿) no sirven para nada. Nuestras cifras de exportación a EEUU y nuestra cuota de mercado allí son tan exiguas que Trump parece perseguir fantasmas o está buscando otra cosa.
Porque la hegemonía de la industria audiovisual norteamericana en Catalunya, España y Europa es abrumadora. Su posición dominante es tan rotunda que hablar de aranceles resulta no solo infundado, sino grotesco. Lo mismo que apelar a ellas para imponerlas en otros sectores. Un hecho lo demuestra: EE. UU. ha copado casi todo el mercado audiovisual. Su dominio en el cine es escandaloso. Sus producciones superan las tres cuartas partes del mercado español, mientras que a Europa —y a España— apenas le queda un 25%.
Además, las grandes compañías norteamericanas de producción y distribución ejercen una influencia incuestionable en nuestro país. Netflix, Disney, Warner, Amazon, Apple... todas ellas son multinacionales poderosísimas, cuya presencia en el mercado español va mucho más allá del volumen de negocio. Condicionan formatos, géneros, tramas y el mercado internacional de nuestras producciones. Hasta el punto de que, dentro de poco, casi ninguna productora ni canal de televisión español o catalán podrá amortizar sus inversiones sin la participación de alguna de estas compañías.
También, EEUU es la referencia dominante en la cultura audiovisual global. Los Oscar no solo influyen en el consumo cinematográfico en España y Catalunya, sino que marcan tendencias y deciden qué industria extranjera merece éxito o fracaso. Los Grammy hacen lo mismo con la música y las series. En el deporte, son empresas estadounidenses las que manejan los derechos sobre las grandes retransmisiones: Juegos Olímpicos, NBA, atletismo...
Entonces, ¿qué pretende Trump si su situación es ya inmejorable? Creo, sinceramente, que es un argumento 'fake' que encubre sus verdaderos propósitos. ¿Cuáles?
Aprendamos de la historia. En 1946, tras la II Guerra Mundial, Francia estaba devastada y necesitaba ayuda financiera urgente. Léon Blum —que regresó a la presidencia tras liderar el Frente Popular antes de la guerra— viajó a Washington y negoció con James F. Byrnes, secretario de Estado estadounidense, el conocido acuerdo Blum-Byrnes. A cambio de un préstamo de más de 650 millones de dólares, Francia abrió sus mercados a los productos estadounidenses, especialmente al cine.
Así, EEUU consolidó una constante: la colonización cultural de Europa a través de su cine y medios, imponiendo el 'American way of life'. Pues bien, con sus amenazas, Trump busca dar una vuelta de tuerca más en ese proceso de colonización cultural a través de los medios, reforzando su hegemonía sobre nuestras vidas. En realidad, lo de justificar su afán arancelario con ello es solo un amago, una maniobra de distracción.
Pero, ¿y si la jugada le sale mal? ¿Y si su agresivo imperialismo cultural se topa con una ciudadanía movilizada en contra? Pues podría ocurrir lo que ya ocurrió en tiempos de Blum: que la ciudadanía se rebeló y lanzó un grito unánime: con la cultura no se comercia.
Sería un signo de rebelión decir basta. Sería tomar conciencia de que de mantener la autonomía cultural depende no solo nuestra industria audiovisual sino nuestra democracia. Por supuesto, a Trump eso le importa poco.
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