
Periodista y escritor

Juan Cruz Ruiz
Juan Cruz RuizPeriodista y escritor
Periodista y escritor
Ir a China "para orientarme un poco"
El mundo, y el presidente español también, tiene derecho a buscar su modo de salir de ese territorio encerrado en que ha convertido Estados Unidos el porvenir de los países
Sánchez abandera el acercamiento de la UE hacia China como contraposición a Trump

España y China firman nuevos acuerdos durante la visita de Sánchez en Pekín / MONCLOA / EUROPA PRESS / VÍDEO: EFE
Donald Trump busca una ducha para su pelo y todo el mundo tiene que ver con ello. Pedro Sánchez va a China, y países adyacentes, y el magnate de pelo postizo interviene, o manda a intervenir, contra el presidente español, como si el visado a China fuera también cosa suya.
Se ha rebajado tanto la esencia de la política que ahora no es política, es advertencia. A la vez que Trump les explica a los iranís qué quiere hacer con ellos, en plan bien, les advierte que tengan cuidado, más dura será la caída. No es serio este hombre, y como tiene tanto poder, lo exhibe de tal manera que lo convierte en una amenaza multilateral, casi como una pena de muerte a largo plazo.
Este tembleque internacional tiene ahora en China, y en este viaje de Sánchez, el símbolo mayor de la burla de Europa, y de lo que hagan los europeos, que lleva a cabo el hombre al que todos los suyos le ríen las gracias. Aquellas carcajadas, y aquellas admoniciones, que sufrió el presidente de Ucrania cuando cayó en la Casa Blanca, es ahora casi nada al lado del enorme escupitajo que lanza Trump contra todo lo que se mueve ante él o en los alrededores.
Es patético, pero es terrible, que este hombre que exhibe una idea voraz del poder no tenga a su alrededor otra reacción que el aplauso. El mundo entero vio por televisión la humillación a la que sometió al visitante ucranio. Ese espacio televisivo se reprodujo hace nada cuando el primer ministro israelí fue a comentar con él sus recientes jugadas.
Fue patético ese encuentro; abierto el espacio que protagonizan sin variar las bravatas insensatas de Trump, otra vez estaban los mismos que habían aplaudido con todo el cuerpo la humillación activa que sufrió el líder ucraniano. En este caso, parecían compungidos: estaban escuchando a su interlocutor, un perseguido por la justicia, igual que el propio Trump, una explicación bienvenida: la culpa es de Palestina.
Lo que decía Netanyahu tenía que ver con la sangre derramada en Gaza, y la preocupación de los emocionados no tenía que ver con ese hecho en concreto sino con la reiterada ocurrencia del presidente de los Estados Unidos: que esa gente que habita Gaza se vaya con la música a otra parte para que Israel, al fin, halle la paz que ahora interrumpen, con su dolor o su muerte, los habitantes de un territorio que no tiene derecho a existir.
En ese marco se le ocurrió a Sánchez (y a la Unión Europea) darse una vuelta por China, para ver si desde ese aire lejano venían soluciones para el empobrecimiento que habita las ideas del presidente del pelo amarillo.
Cuando supe que Pedro Sánchez iba a hacer ese viaje se me vino a la memoria un poema brevísimo, como un suspiro chino, de Blas de Otero. Escribía el gran poeta triste, en medio de la pasión de entonces, los años 60 del siglo XX, por irse a China a ver qué podía hacerse para huir con la libertad sellada del país, España, en cuya dictadura vivíamos. Todos recordamos, los que somos tan mayores, que aquella utopía llevó a la patria de Mao a muchos que ya tenían demasiado de la dictadura de Franco. Y parecía que la otra dictadura longeva de la época (y ahí sigue) podía ser apasionante, nueva, un asalto a los cielos. Ya se sabe lo que es China, pero entonces los poetas y cualquiera que mirara la época con el mal ejemplo de España, sentía que a lo mejor allí… Así que Blas de Otero escribió el más breve de sus discursos por la libertad: “Quisiera ir a China/ a orientarme un poco”.
No lo ha dicho, pero a lo mejor, habida cuenta de lo que pasa en el mundo, y en España, que también pasa lo mundial, lo que quería Pedro Sánchez era hacer ese viaje para orientarse un poco… El mundo, y el presidente español también, tiene derecho a buscar su modo de salir de ese territorio encerrado en que ha convertido Estados Unidos el porvenir de los países. De modo que, modestia aparte, España está facultada para hacer un viaje como aquel que rayó en la utopía en la que duermen los versos de Blas de Otero. Y Trump viene y le afea al líder español que se acerque adonde pueda orientarse… Lo hace, además, a la vez que busca una ducha que le calme las ideas que tiene entre los pelos.
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