
Director de Información Económica de Prensa Ibérica.

Martí Saballs Pons
Martí Saballs PonsDirector de Información Económica de Prensa Ibérica.
Dirige la información económica de Prensa Ibérica desde mayo de 2022. Previamente, ha sido director adjunto de 'El Mundo' y de 'Expansión'. Fue corresponsal de este diario en Estados Unidos de mayo de 1992 a mayo de 1997. También fue redactor jefe de 'Actualidad Económica', gerente de contenidos del diario 'El Cronista' y la revista 'Apertura' en Buenos Aires de 2001 a finales de 2004. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra y EMBA por IESE. Ha escrito los libros Historias de un corresponsal económico, ¿Qué hago con mi dinero? e Inteligencia Empresarial, conjuntamente con Salvador Alemany.
Pedro Sánchez juega a ping pong
Bienvenidas las fórmulas que faciliten poner fin a la absurda guerra comercial impulsada por EEUU en la que todos perderemos
Sánchez se acerca a China como “socio imprescindible” para “hacer frente a desafíos globales”

España y China firman nuevos acuerdos durante la visita de Sánchez en Pekín / MONCLOA / EUROPA PRESS / VÍDEO: EFE
Richard Nixon, gracias a los auspicios de su consejero de seguridad nacional, Henry Kissinger, inició en 1971 el proceso para iniciar relaciones con una de las dictaduras más sangrientas de la historia: la China comunista de Mao Zedong. Un encuentro en el campeonato del mundo de tenis de mesa en Japón entre un estadounidense y un chino inició, de forma aparentemente fortuita, la bautizada como diplomacia del ping pong. Empezaba la apertura tímida del, entonces, conocido como gigante dormido. Para Estados Unidos, China podía convertirse en un aliado especial en aquel mundo bipolar de la guerra fría. A pesar de compartir ideología, las relaciones de la extinta Unión Soviética con ese país no eran buenas. El resto de la historia ya se conoce. Tras el fallecimiento de Mao, el ascenso al poder de Deng Xiaoping inició el auténtico salto adelante de China, convirtiéndose en cincuenta años en la gran potencia económica y nuclear que hoy es.
Desde la empresa de transporte asturiana Alsa hasta las de alimentación Agrolimen y Chupa Chups, la gradual apertura de la economía china generó los primeros intereses de España por aquel naciente mercado en los años ochenta y noventa. Académicos como el profesor de Iese Pedro Nueno fueron pioneros en el establecimiento de las primeras relaciones, con la apertura de una escuela de negocios en Shanghai, CEIBS, que tuve ocasión de visitar años más tarde. En aquel viaje, también visité (año 2007) la fábrica de componentes de automóvil Antolín, que junto a Gestamp, Ficosa y otras más apostaron desde el principio por el desarrollo del que hoy ya es el primer mercado de vehículos del mundo.
Un país, dos sistemas. Capitalismo económico y mano dura política en un régimen autocrático para unos, dictatorial para otros, que deja poco margen para las disensiones internas. Que China quiere ser la gran potencia mundial no lo duda nadie y que el enfrentamiento con EEUU se acabaría produciendo tampoco. En un libro de referencia imprescindible, 'Destined for War', el profesor de la Universidad de Harvard Graham Allison, anticipaba en 2017 que China y EEUU iban destinados al enfrentamiento comercial y geopolítico, pero que ambos sabían perfectamente los peligros de destruirse mutuamente en una guerra comercial a gran escala. La interdependencia parece hacerlo imposible. Pero, lo mismo se creía en otros enfrentamientos del pasado. La aparición de nuevos poderes generan el conflicto con el incumbente. Allison lo bautizó como 'La trampa de Tucídides'.
Pedro Sánchez ha visitado China y se ha fotografiado (además de intercambiar unas palabras) con su líder supremo Xi Jinping, además de intentar aportar la visión de la Unión Europea en la compleja situación del mundo actual. Bienvenido sea mantener estas relaciones diplomáticas y buscar fórmulas que faciliten poner fin a la absurda guerra comercial impulsada por EEUU en la que todos perderemos, empezando por el ciudadano estadounidense. A Nixon seguro que le gustaría más Sánchez que Trump. Aunque solo fuera para jugar a ping pong.
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