
Periodista

Joan Cañete Bayle
Joan Cañete BaylePeriodista
Periodista y escritor. Director de Estrategia de la Oficina de Proyectos Editoriales de Prensa Ibérica. Entre otros trabajos, ha sido corresponsal de El Periódico en Jerusalén y Washington DC. Autor de las novelas 'Expediente Bagdad' (a cuatro manos con Eugenio García Gascón) y 'Parte de la Felicidad que Traes', y del ensayo sobre el conflicto palestino-israelí 'Muros, bosques, tumbas: Un periodista en Jerusalén'
Ron Vara: muera la inteligencia
El rechazo de la razón y la exaltación de la emoción llevan tiempo moldeando el panorama político estadounidense desde el partido Republicano
Elon Musk insulta a Peter Navarro, el ideólogo de los aranceles: "Es imbécil y más tonto que un saco de ladrillos"

Archivo - Peter Navarro, exasesor del expresidente de Estados Unidos Donald Trump / RON SACHS / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO - Archivo
Peter Navarro es el ideólogo de los aranceles de Donald Trump. Economista, Navarro se caracteriza por su fidelidad a Trump (fue encarcelado por el intento de asalto al Capitolio de enero de 2021) y por sus peculiares credenciales intelectuales. En su bibliografía, cita como fuente de autoridad a Ron Vara, un académico ficticio cuyo nombre es un anagrama de su nombre. “Navarro es más tonto que un saco de ladrillos”, ha dicho de él Elon Musk.
¿Cuándo se convirtió la inteligencia en un problema? No ha sido un proceso que haya sucedido de pronto ni cabe imputarlo a las redes sociales. En las elecciones de 2000 en EEUU entre George W. Bush y Al Gore, las del recuento en Florida, hizo fortuna el argumento de que era preferible tomarse una cerveza con Bush que con Gore. El republicano era más divertido e interesante con su imperfecta biografía que Gore, el estirado sabelotodo. Bush era campechano, y Gore un elitista.
Ocho años después, Barack Obama, un político capaz de escribir sus propias autobiografías, tuvo que ocultar dos rasgos de su personalidad para imponerse a Hillary Clinton y después a John McCain. La primera su raza; si bien jugó a fondo la baza de que aspiraba a ser el primer presidente negro, su discurso electoral rehuyó la cuestión racial para evitar ser encasillado como el candidato de los negros. El segundo rasgo de su personalidad que tuvo que moderar para que no avasallara fue su solidez intelectual. Sus adversarios lo atacaron por elitista, Clinton bebiendo jarras de cerveza en tabernas de Pennsylvania, McCain con la elección como candidata a vicepresidenta de Sarah Palin y estrambóticos artefactos electorales como Joe el Fontanero, un desconocido que gozó de fama mediática como encarnación del estadounidense medio. Por supuesto, el supuesto estadounidense medio es blanco, no tiene estudios universitarios y trabaja con sus manos. Y nunca se iría de cervezas ni con Gore, ni con Obama ni con Clinton.
En 2007, Gore, ya un expolítico metido a oráculo medioambiental, publicó ‘El asalto a la razón’, en el que alertaba de que el Partido Republicano y el conservadurismo estadounidense habían abrazado la irracionalidad como discurso político. "La esfera pública se reduce a medida que [...] la emoción reemplaza al pensamiento y la ideología reemplaza al conocimiento”, escribió justo antes de la eclosión de las redes. Se refería sobre todo al negacionismo climático, pero su análisis abarcaba más ámbitos: del creacionismo a la fe ciega en la curva de Laffer; del negacionismo climático a las armas de destrucción masiva en Irak. Hoy, su libro suena premonitorio y al mismo tiempo falto de imaginación: ¿quién podía pensar que el principal asesor económico del presidente estadounidense citara en sus obras a un amigo invisible y que no pasara nada? Al contrario, que fuera motivo de orgullo. "El movimiento conservador ha antepuesto la ideología a la realidad y la lealtad a la verdad”, escribió Gore una década antes del Make American Great Again.
Thomas Piketty, en su libro ‘Capital e ideología’, describe cómo en EEUU y otros países la izquierda ha abandonado los postulados basados en la clase económica, y se ha convertido en representante de una clase ilustrada media alta con un alto nivel académico. Al mismo tiempo, la derecha ha abandonado las élites industriales y económicas (al menos en el discurso) y se ha erigido en la voz de las clases bajas: véase el libro de JD Vance, ‘Hillbilly, una elegía rural’. Para ello, ha sido necesario un arduo de trabajo de deslegitimar la ciencia, la formación, la inteligencia: desde “las élites progresistas de Hollywood” (“los de la ceja”, en España) hasta la pretensión de sustituir a los medios por las redes para informarse.
Las redes, los algoritmos, las burbujas de atención, la polarización política, el desgaste de las instituciones y dos grandes crisis económicas han ayudado lo suyo en este desprestigio de la intelectualidad, pero el deterioro ya está en marcha cuando irse de cervezas es más importante para elegir el voto que la solidez intelectual. "Hay un ataque a la razón, en parte porque demasiados de nosotros simplemente hemos dejado de participar en la conversación." No podemos alegar desconocimiento: en España sabemos quién y por qué dijo eso de muera la inteligencia.
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