Opinión | Apunte
Josep Maria Fonalleras
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Cosas de estar por casa

Hay que olvidarse de los inventos y de las recetas para astronautas y volver a la estricta modestia del producto fresco, del mercado de cada día

Huevos en un puesto del mercado municipal de El Ninot, en Barcelona

Huevos en un puesto del mercado municipal de El Ninot, en Barcelona / MANU MITRU

Es necesario ser sostenible y tener conciencia del impacto que la producción de alimentos causa en el planeta. Prepararse para un futuro donde, si queremos sobrevivir, no podremos comer tanta carne porque resulta que la carne, el tejido muscular, los cartílagos, la casquería, también los huesos (para el caldo) que consumimos, representan el 15% de las emisiones globales de CO2. Y como para sobrevivir también necesitamos proteínas y grasas y minerales, ahora resulta que asistimos a la revolución de los alimentos que quieren fingir que son carne sin serlo. Cada vez que leo una noticia sobre "carne cultivada en un laboratorio" o "carne vegetal" se produce una pequeña implosión en el cerebro. Es un 'trompe-l'oeil' al que quizás tendremos que acostumbrarnos en el futuro. Parece lo que no es, por no hablar de los insectos triturados que también nos tragaremos o de las algas marinas que se convertirán en sustitutos del solomillo de ternera.

Hay que ser sostenible, pero resulta que recurrir a los cultivos ecológicos o a las “soluciones tecnológicas futuristas”, como las llama Ferran Adrià, es caro. Como dice él mismo, "yo compro productos ecológicos porque gracias a Dios me lo puedo permitir". No he encontrado en ninguna parte una mejor definición de una actividad que nace de la buena fe, pero que no soluciona el problema. La solución, también lo dice el alma de El Bulli, es empezar a hablar de las “cosas de estar por casa”. Es decir, olvidarse de los inventos y de las recetas para astronautas y volver a la estricta modestia del producto fresco, del mercado de cada día, de una cultura que nos enseña que es mejor comer una manzana que un aguacate, aunque sea cultivado a menos de un kilómetro de distancia. Volver a saber que los tomates son veraniegos y que los guisantes son primaverales y que no siempre podremos comer fresas, porque la naturaleza y la verdura tienen ciclos que deben respetarse. Practicar el sentido común y entender que comer y cocinar son, también, el fundamento de una civilización y no una excursión a los límites de la verosimilitud.

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