Opinión | Gárgolas
Josep Maria Fonalleras
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Tierras raras: Marine y Martin Luther

Todo vale. Sobre todo las lecciones democráticas de quien, en el fondo y en la forma, abjura del sistema democrático

"No me rendiré", Marine Le Pen moviliza a sus votantes en París y la izquierda responde con una contramanifestación

Marine Le Pen, inhabilitada: las claves del caso que ha sacudido la política en Francia

La líder del partido ultraderechista Agrupación Nacional, Marine Le Pen.

La líder del partido ultraderechista Agrupación Nacional, Marine Le Pen. / Europa Press/Contacto/Alexis Sci / Europa Press

Si eres político y resulta que te condenan por un delito establecido en el ordenamiento jurídico, con todas las de la ley, pruebas concluyentes y veredicto en firme, tienes dos posibilidades de salir adelante. Procurar que no te pase nada porque eres un presidente electo o cargar el muerto a una conjura liberal y comunista contra la democracia o, también, a una conjura antipatriótica. A una conjura, en definitiva, que utiliza la judicatura como arma arrojadiza contra la buena fe de quienes defienden causas justas. O ambas cosas o las tres a la vez. El caso de Donald Trump rompió ya los esquemas que teníamos. Fue condenado por el caso de la actriz porno Stormy Daniels, a quien subvencionó para que se callara, pero un juez decretó su “libertad incondicional”, con lo que no pagó ninguna multa ni entró en prisión. Todo esto ocurría diez días antes de que fuera investido presidente. Mientras, el fiscal especial que dirigía las investigaciones sobre la participación de Trump en el asalto al Capitolio y por los intentos de revertir el resultado electoral de 2020, declaraba que ya lo tenían todo a punto para “una condena segura”, justo cuando se anunciaba que el juicio quedaba en nada porque Trump ya volvía a ser presidente. Es decir: convicto y salvado por la campana.

Marine Le Pen, al no controlar tanto como el amigo americano los dispositivos legales, parece que no se podrá presentar a las presidenciales de 2027 y que, además, tendrá que llevar un brazalete electrónico, que es como ir a la cárcel pero durmiendo en casa. Sí, ya lo sé, existe la posibilidad de una revocación de la pena, pero, por ahora, Le Pen está inhabilitada y no podrá ser presidenta de Francia. Y resulta que un caso estricto de malversación de fondos, “para el confort de los dirigentes del partido”, como dice la sentencia, una trampa chapucera para disfrutar de fondos europeos, se convierte en un ataque a la democracia. Lo dice Elon Musk (“cuando la izquierda radical no puede ganar en las urnas, abusa del sistema judicial para encarcelar a los oponentes”) y también Trump, claro, que declara que el caso le suena mucho y que ya había pasado antes en Estados Unidos. Del primer curso del manual del buen autoritario antiliberal. Todo vale. Sobre todo las lecciones democráticas de quien, en el fondo y en la forma, abjura del sistema democrático, como ha hecho el portavoz del Kremlin, quien ha hablado de una "democracia (sic) ejecutada".

Nos pasamos el día buscando tierras raras por todo el mundo. Pero es en Francia donde existen más yacimientos de materiales extraños donde se confunden los registros y los referentes. En el afán de defenderse, Marine Le Pen ha convocado a la militancia y ha llorado para quejarse de la alianza de partidos que evitó su triunfo en las legislativas. "No somos ciudadanos de segunda clase" ha clamado, sin mencionar que la democracia es justamente (o entre otros) un asunto numérico y pactista. Ante Matteo Salvini, para remachar el clavo, ha citado a Martin Luther King. "Vamos a seguir su ejemplo". Le Pen, seguidora del doctor King. Tierras raras. Todo vale.

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