Opinión | 'Procés'
Álex Sàlmon

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Periodista

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Rajoy jamás fue un estratega

Ni el Gobierno, ni el Estado, en toda su dimensión, estuvieron a la altura de las circunstancias

Exdirigentes de BPA anuncian una querella contra Rajoy por presuntos correos que lo vinculan con la caída del banco

Mariano Rajoy.

Mariano Rajoy. / EFE

Para que la Operación Catalunya hubiera existido tal y como se explica ahora, el Gobierno Rajoy debería haber tenido la inteligencia estratégica de la que carecía. El más listo entonces era Jorge Moragas, pero con sus decisiones demostró tener un nulo conocimiento para redirigir el ‘procés’. Aquello fue un desastre monumental del que sacaron provecho todas las organizaciones independentistas que, aunque en la ilegalidad, supieron volver loco a un pollo sin habilidad, el Gobierno, dedicado en exclusiva a salir de la profunda crisis económica en la que estaba el país.

A tiro pasado es fácil reescribirlo todo. La memoria siempre ha sido una de las capacidades del ser humano más moldeable y así nos va el presente que hasta muchos jóvenes apuntan, en algunos sondeos, que las dictaduras tampoco son tan malas. ¡Pobre memoria!

Los dos ministros responsables de no haberse anticipado a todo lo que aconteció aquellos días -me refiero a los años entre 2014 y 2018- o sea, Jorge Fernández Díaz y Juan Ignacio Zoido, mostraron su incapacidad de investigar o espiar, y el CNI estuvo muy por debajo de sus posibilidades, nada que ver con lo demostrado en situaciones fuera de nuestras fronteras.

Existe una idea que se repite una y otra vez y que la pongo en duda. Es la que asegura que fue la propia Alicia Sánchez Camacho la que ordenó grabar la conversación con Victoria Álvarez en el saloncito del restaurante La Camarga, que entonces se la presentaba como novia, después expareja y más tarde como amante de Jordi Pujol Ferrusola. Una audición total de la famosa grabación, encuentro auspiciado por Jorge Moragas, ahora embajador en Tanzania, crea dudas al percibir la sinceridad con la que las protagonistas tratan sus intimidades en las vidas amorosas y sexuales de las dos. No creo del interés por parte de la diputada de que terceras personas escucharan temas tan personales, aunque el sentido extrovertido de la entonces líder del PP catalán en el Parlament fuera conocido.

Ni el Gobierno Rajoy, ni el Estado, en toda su dimensión, estuvieron a la altura de las circunstancias. Y el ejemplo más claro y la señal de victoria total del independentismo aquellos días fue la presentación, por parte del vicepresident del Govern, Oriol Junqueras, junto a los consellers Jordi Turull y Raül Romeva, de las urnas del 1 de octubre, dos días antes.

Entonces fueron muchos los catalanes, así como ciudadanos del resto de España, que no acababan de entender cómo era imposible que todo un Estado bailara al son de un movimiento que había hecho con un relato mentiroso, pero convincente. Al otro lado, un Gobierno que cada vez que abría la boca desconectaba con algún catalán más.

Claro que tres años antes, en 2014, con los papeles llegados de Andorra que evidenciaban las corruptelas que salpicaban a los hijos de Jordi Pujol, emergió lo que había estado escondido durante años. Pero otorgar al Gobierno Rajoy la inteligencia suficiente como para eliminar un banco andorrano y cargarse así el movimiento independentista es pensar que en Moncloa existía estrategia. Y eso, no acerté a verlo.         

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