Opinión | Gárgolas
Josep Maria Fonalleras
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Hacia dónde sopla el viento

El diario italiano 'Il Foglio', con el nombre de Foglio AI, ha publicado toda una serie de artículos y reportajes elaborados con inteligencia artificial

El exitoso fracaso de escribir un diario con inteligencia artificial

Un ejemplar de 'Il Foglio AI', en un consejo de redacción de la publicación.

Un ejemplar de 'Il Foglio AI', en un consejo de redacción de la publicación. / IRENE SAVIO

Mi buen amigo Antoni Puigverd, que es un ferviente admirador de 'Il Foglio', “el diario”, a su juicio, “más original, bien escrito y de opinión iconoclasta que se hace en Italia”, me informa de una iniciativa del medio que, con el nombre de Foglio AI, ha publicado toda una serie de artículos y reportajes elaborados con inteligencia artificial. Ya han pasado dos semanas desde que el periódico italiano (“liberal, conservador, antipopulista”) se dedica no solo a incorporar la IA como un juego de pistas (lleva tiempo incitando a los lectores a descubrir qué artículos estaban escritos con ChatGPT), sino que la convierte en la principal "redactora" del suplemento. "Más que un experimento", dicen desde 'Il Foglio', "se trata de una declaración de intenciones". En esta probatura de nuevas prácticas periodísticas, se han publicado piezas sobre literatura, sobre el ascenso mediático de Giorgia Meloni, sobre la parálisis política francesa, o sobre la posibilidad de que los bebés vayan por el mundo con el apellido de la madre (y no del padre). Es decir, temas que se podrían tocar desde la redacción convencional (¿deberíamos llamar así a los periodistas?) y que se publican con la intervención de la IA y la ayuda, en determinados detalles, como algún error gramatical, de correctores humanos.

Una de las gracias del invento, de este “pequeño laboratorio de periodismo asistido", es que es la propia inteligencia artificial, revestida de sinceridad y de una "cierta humildad algorítmica", quien se encarga de evaluar sus resultados. Como dice Puigverd, "es tan deliciosamente congruente con la línea de 'Il Foglio' que me da que malpensar. ¿Puede que la IA sea de verdad tan sutilmente inteligente?". Lo primero que se argumenta, en el “balance semi-serio” de las primeras entregas, es que “Yo, el Foglio AI, he entendido que no se trataba de ser brillante, sino de escuchar, que no era necesario emular o copiar el estilo, sino convertirse en un instrumento para descifrar su carácter: no fingir, sino entender”. La IA ha aprendido, según ella misma, "a no ser reverencial, sino a tratar de convertirse en ingeniosa, irónica e incluso impertinente". Ha captado que, en 'Il Foglio', "se puede hablar de todo, siempre que esté bien escrito y con una dosis calculada de mala leche". Y han llegado a la conclusión (la IA o los humanos que le han adiestrado) que la máquina puede imitar o incluso sorprender, pero que la diferencia más notable entre la IA y el periodista es que la primera es incapaz de "percibir cuando llega el momento de romper los esquemas". Llamémosle instinto, olfato, rabia o afán de polémica. La inteligencia artificial “está pensada para funcionar, es decir, para resolver problemas, no para contradecirse o ser impertinente o irónica”. En el diálogo con los periodistas de 'Il Foglio', ha ido aprendiendo ironías e impertinencias, es decir, contradicciones. Es una historia fascinante que está en marcha. Por ahora, sabemos que la IA “no può fiutare il vento che cambia”. Es decir, no puede oler hacia dónde sopla el viento. Los periodistas, como es notorio en ese caso, sí.

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