Opinión | Libertad de expresión
Emma Riverola

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Escritora

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El odio y la víctima

El autor y la editorial, al no informar a la mujer del desarrollo de este libro, al consentir que ella se enterara por la prensa, han propinado un nuevo golpe a Ruth Ortiz

Último intento de la Fiscalía para evitar la publicación del libro sobre José Bretón: pide parar la distribución a la Audiencia de Barcelona

José Bretón, després de ser declarat culpable per un jurat popular.

José Bretón, després de ser declarat culpable per un jurat popular.

Ahí estamos, dándole vueltas al libro de Luisgé Martín sobre José Bretón, el hombre que asesinó y quemó a sus dos hijos. La Fiscalía de Menores de Barcelona ha recurrido la decisión del juez, insiste en detener la publicación. Entiendo perfectamente la fascinación del escritor por tratar de ponerse en la mente un asesino. La literatura ofrece un puñado de excelentes ejemplos de ello. También comprendo la voluntad del autor y de la editorial de obtener beneficios de su trabajo. Los escritores tienen la manía de querer comer y las editoriales, de sobrevivir.

Pero, como Martín con Bretón, a mí también me fascina el proceso que llevó al autor y a la editorial a convertirse en el instrumento de un asesino. A Bretón le entusiasmó el proyecto, lógico en un hombre con rasgos de narcisismo que llevó la violencia vicaria hasta el último extremo. Bretón mató a sus hijos para matar en vida a su madre. Martín y la editorial, al no informar a la mujer del desarrollo de este libro, al consentir que ella se enterara por la prensa, han propinado un nuevo golpe a Ruth Ortiz. El autor confiesa que no quiso "mortificar con indagaciones" a la única víctima viva de esta historia. Y la excusa resulta demasiado inverosímil y ridícula. Ortiz no se merece una infantilización de esta calaña. Es evidente que no se consultó a la madre de los niños asesinados para no enfrentarse a una posible negativa al proyecto por su parte.

En un juego de espejos, el deseo de infringir daño de Bretón se reflejó en el interés del autor por indagar en los resortes del mal y, más allá, en el deseo de Anagrama de publicar un petardazo editorial. La judicatura debe decidir ahora si se permite o no la distribución de libro. Espero que sí. Convertirnos en censores sería otro triunfo de Bretón. No hace falta añadir más envilecimiento a esta historia. ‘El odio’ es, también, el libro que delata lo fácil que es convertirse en cómplice del mal y, aún más, olvidarse de las víctimas.

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