Opinión | Minerales 'raros'
Salvador Martí Puig

Salvador Martí Puig

Catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Girona

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UE: en busca del tiempo perdido

La UE depende de terceros países para el suministro de la mayoría de las materias primas críticas necesarias para poder participar con alguna garantía en la carrera tecnológica y la producción armamentística

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Una de las noticias de la semana ha sido el anuncio de que la Comisión Europea está preparando una estrategia para financiar la apertura en su territorio de 47 proyectos estratégicos de explotación minera para extraer minerales 'raros'; siete de los cuales se ubican en España. Actualmente, estos minerales se importan casi exclusivamente de países del sur global y, sobre todo, de China.

Esta noticia se enmarca en el giro estratégico que está realizando la UE después del 'shock' que ha supuesto el impacto conjunto la crisis financiera de 2008, la pandemia de covid-19, la guerra de Ucrania y las políticas agresivamente proteccionistas de la administración Trump. Estos eventos han tenido un impacto inesperado para las economías de los países de la UE, ya que los gobernantes se dieron cuenta -de un día para otro- de su extrema debilidad y dependencia del exterior. Una dependencia que supuso no solo la necesidad de importar mascarillas sanitarias, si no que mostró al mundo su incapacidad de producir 'gadgets' tecnológicos debido al desabastecimiento de metales estratégicos provenientes del exterior. A partir de entonces, los líderes europeos han empezado a planear cómo poder recuperar su capacidad productiva y tecnológica, así como atenuar su dependencia alimentaria y minera. Después de años de deslocalización de la industria, de ningunear la producción agropecuaria y de externalizar las actividades extractivas, la UE intenta ahora recuperar el tiempo perdido o, en otras palabras, tirar del hilo de Ariadna a ver si puede volver a ser ese epicentro productivo de antaño.

Es en esta lógica en la que debe entenderse el impulso de dichos proyectos, que supone la expedición de permisos acelerados, y con menos exigencias ambientales, para la búsqueda y extracción de minerales críticos. Se trata de una medida comprensible, si tenemos en cuenta que la UE depende por completo de terceros países para el suministro de la mayoría de las materias primas críticas necesarias para poder participar con alguna garantía en la carrera tecnológica, la transición verde, la reindustrialización aeroespacial y la producción armamentística.

Este anuncio tiene una especial significación para la franja oeste y sur de la península -históricamente desatendida y empobrecida- ya que Bruselas ha mencionado, entre otros, proyectos de extracción de litio en la provincia de Cáceres, de wolframio en Badajoz y en Ciudad Real, y de cobre, platino, cobalto y níquel en Jaén, entre otros. La cuestión, sin embargo, radica en que la industria minera hoy tiene poco que ver con lo que fue antaño, donde las minas eran de galería, ocupaban a una gran cantidad de personal y generaban una riqueza que se desparramaba en múltiples redes familiares a lo largo de los valles mineros.

Hoy la minería es otra cosa. Se trata, mayoritariamente, de una actividad a cielo abierto, que es mucho más agresiva ambientalmente y supone una importante degradación del suelo y de monte, y precisa ingentes cantidades de agua (que se contaminan después de su uso). A la vez, esta nueva minería requiere una gran inversión tecnológica y poca mano de obra, y las empresas capaces de explotar yacimientos suelen ser transnacionales que deslocalizan los beneficios a la par que arrasan con las cuencas hídricas. Dicho lo dicho, si bien es preciso celebrar el cambio de tendencia, es preciso saber que no siempre es fácil recuperar el tiempo perdido.

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