Opinión | Gárgolas
Josep Maria Fonalleras
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Constricción y construcción

La particularidad de 'Adolescencia' es el acierto absoluto es que la forma pasa tan desapercibida y está a la vez tan presente que incide en el relato de tal manera que es imposible imaginarlo sin una constricción que se convierte en una magna obra de ingeniería de la construcción del conflicto

El fenómeno de la serie 'Adolescencia' empuja la lucha contra la violencia adolescente

Fotograma de la serie británica 'Adolescencia'

Fotograma de la serie británica 'Adolescencia' / Netflix

La constricción es un elemento inseparable de la construcción artística. Lo podemos decir de muchas formas. Limitación, obstáculo, impedimento, estorbo. Barreras que imponemos al acto poético no porque nos guste o porque queremos demostrar pericia técnica, sino porque son una parte esencial del mismo. La obra de arte no existiría si no hubiera un marco que la limitara. La inmensidad no existe en el arte: debemos acotar el espacio, el terreno donde se desarrolla. Y cualquier creación exige una formalización. Es decir: no hablamos de la vida, de los amores y los desamores, del sufrimiento y la alegría, de los conflictos, cómo lo haríamos sin intervención artística. Necesitamos de la forma (de la constricción, del impedimento, de la imposición consciente) si queremos reflejar el flujo caótico de la realidad. El caos solo se ordena a partir de la forma. No nos damos cuenta, a menudo, pero hay ejercicios en los que la devoción formal, la necesidad ineludible (lo repito) de la constricción, se convierte en protagonista.

Me vienen a la cabeza ejemplos notorios y famosos. 'La Disparition' de Georges Perec, pongamos por caso. Una novela que describe justamente una desaparición, la del protagonista, pero también la fuga de una letra. En toda la obra, no hay ni una sola e, la más habitual en francés. "Decidí hacer desaparecer un elemento del alfabeto", dijo Perec. En catalán, el gran Adrià Pujol hizo una versión libre y atrevida en la que no había ni una sola “a”. La tituló 'L’eclipisi'. Otro ejemplo: los 'Exercices de style', de Raymond Queneau, noventa y nueve variantes de una breve anécdota hechas a partir de constricciones formales, sintácticas y retóricas. Joan-Lluís Lluís los recreó en 'Xocolata desfeta', a partir de la historia de un chico que merienda en la calle Petritxol: ciento veintitrés maneras de contar lo mismo. O novelas en verso como 'The Golden Gate', de Vikram Seth; o la majestuosa, pletórica aventura de Fontalba y Gotanegra a través del Pirineo, desde Benasque al cabo de Creus, el magnificente poema novelado de Lluís Calvo, 'Cor pirinenc'.

Escribo todo esto a partir del impacto de la serie 'Adolescencia', recientemente estrenada en Netflix. El asesinato de una jovencita, un compañero suyo acusado del crimen, el ambiente del instituto, los conflictos psicológicos, el trauma de los padres. Si no fuera por el detalle técnico (los cuatro capítulos del drama están rodados en un solo plano, sin cortes, sin montaje), se trataría de una historia ya conocida, mil veces contada. La particularidad es la forma y el acierto absoluto es que la forma pasa tan desapercibida y está a la vez tan presente que incide en el relato de tal manera que es imposible imaginarlo sin una constricción que se convierte en una magna obra de ingeniería de la construcción del conflicto. Un plano-secuencia implica asistir a la representación de la ficción en tiempo real, teatral. Y la maravilla es que tanta sofisticación (como puede verse en el 'making of' de la producción) está al servicio de la narrativa, del sentido, de todo lo que nos conmueve y desconcierta.

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