Opinión | Partido Popular
Miqui Otero

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Escritor

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Mazón, el mejor humorista de España

Es cada vez más curioso vivir en un país que se toma más en serio el chiste que el crimen, la representación humorística o lingüística de algo que el hecho en sí

La polémica felicitación por Fallas de Carlos Mazón: "Inundan cada rincón"

El president de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón.

El president de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón. / Rober Solsona - Europa Press

¿'Saben aquell que diu' que el presidente de una comunidad autónoma, que poco antes ha padecido una enorme catástrofe climática, tuitea: “las fallas inundan las calles”?

Está claro que el tuit de Carlos Mazón no tiene ninguna gracia como chiste (no valía como cantante a lo Julio Iglesias, pero promete todavía menos como cómico a lo Eugenio). Pero lo paradójico es que si en lugar del máximo responsable de la región hubiera publicado ese tuit un humorista, le hubieran cancelado el espectáculo o lo hubieran echado de su publicación.

En la vida, cuando sueltas algo a todas luces improcedente y te das cuenta de que has cabreado al otro, normalmente te amparas en el “Es broma”. En la nueva realidad política, es al revés: para ahorrarte consecuencias es mejor decir “En serio”, aunque cambies la versión justo después.       

La frase que Mazón tuiteó el lunes, decía, no tiene gracia como chiste ni disculpa como afirmación, aunque como mucho se puede llegar a entender como lapsus. Hay algo diabólico en los 'lapsus linguae', en cómo el subconsciente te traiciona en el peor momento. Yo, sin ir más lejos, una vez viajé a un pueblo para asistir al funeral de un ser muy cercano a un amigo. Como no tenían camas, movimos juntos un colchón hasta el comedor. A medio pasillo, le solté a mi amigo, que acababa de perder a alguien muy importante para él: “Joder, esto pesa como un muerto”. Y una conocida periodista me contó el otro día cómo resbaló entrevistando a una política vasca con ETA aún en activo: la señora estaba loando a su nación y cuando dijo que su país era “pequeñito”, la periodista remató de cabeza diciendo: “pero matón”. Obviamente, ni yo quería bromear con mi amigo ni la periodista con el País Vasco. La diferencia con Mazón es que ni yo era responsable de la muerte del ser querido ni la periodista del terrorismo abertzale. En cambio, del presidente de la Generalitat sí dependían las más de 200 vidas que se cobró la dana. Pero un periodista puede ser expulsado por bromear con ello, mientras el presidente sigue en el cargo (para asegurarse el aforo y el sueldo vitalicio).

El 'lapsus linguae' suele ser un desliz involuntario al hablar, pero que revela mucho de las verdades reprimidas. Así, por ejemplo, a finales de enero Mazón dijo, en una rueda de prensa de Fitur: “Una mentira, por muy bien contada, y créanme que yo sé de eso, solo acaba siendo una mentira antes o después”. Eso, en palabras del presidente, es verdaderamente “un hecho fáctico”. Y él, un mentiroso de los embusteros.

Solo alguien que, durante la catástrofe, primero estaba en el Palau, pero luego en una comida de trabajo con el presidente de la patronal, pero que en realidad estaba en un picoteo rápido (de más de tres horas), en calidad primero de presidente del País Valencià y luego de líder del PP regional y más allá de ciudadano del mundo, aunque en verdad había quedado para “una comida privada” o “una comida privada de trabajo” con una periodista, si bien estaba en contacto permanente con el Cecopi, aunque en realidad no tenía por qué estarlo porque no era su responsabilidad, pero que gestionó la crisis con su móvil (aunque no tenía móvil personal), aunque había y no había cobertura, y el caso es que llegó tarde porque había tráfico, pero en realidad no tenía por qué ir, si bien entró pasadas las siete, en concreto a las 20.28… solo alguien que llega ese lío espaciotemporal, solo ese león de Schrödinger de la política, que está y no está, puede cometer esos deslices.

Es cada vez más curioso vivir en un país que se toma más en serio el chiste que el crimen, la representación humorística o lingüística de algo que el hecho en sí. Podríamos pensar que es algo muy de España, donde ni siquiera lo más terrorífico es serio y donde lo más serio suele dar risa: al fin y al cabo, “de la imposibilidad de la tragedia, nace el esperpento”, dijo Valle-Inclán.

Pero el caso es que tiene que ver con un mundo en el que pese a haber más huella digital y más pruebas que en ningún otro periodo, se miente más que nunca. Dicen que los líderes de esta época no leen, aunque yo creo que en su mesilla tienen el 'Sobre verdad y mentira en sentido extramoral', de Nietzsche, el gran filósofo de la sospecha. En serio, no tiene ninguna gracia, esto es “cansino”, sí, pero también trágico: basta ya de gentuza mediocre.

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