Opinión | Transporte
Álex Sàlmon

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Periodista

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El riesgo mortal de la AP-7

Ahora ya hemos descubierto que los tiempos del peaje eran mejores. Menos vehículos, menos camiones, más seguridad en el pavimento, menos accidentes o menos tiempo en los recorridos

Conjura para salvar la AP-7: intervención más rápida, velocidad variable, información en tiempo real y... ¿volver a pagar?

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Lo que un día se considera políticamente incorrecto, pasa a ser correcto otro. Nada nuevo. La sociedad catalana se movilizó contra los peajes hace unos años y ahora, esos mismos ciudadanos, con toda seguridad, matizan esa decisión que perseguía más cuestiones políticas que un buen uso de la red viaria catalana. Atrás quedaron los bocinazos y los boicots a las barreras que obligaban a pagar por ir con seguridad a una velocidad superior a la normal.

Como a uno le gusta ir a la contra, siempre me he manifestado pro peajes. Y no es una cuestión recaudatoria ni de estar ligado a ningún lobi a favor del transporte de pago por carretera, se trata de elegir la mejor forma de conducir pagando por ello y no compartirlo a través de los presupuestos generales con los que no tienen ni carnet de conducir.

Ahora ya hemos descubierto, sobre todo los que utilizan la AP-7, que los tiempos del peaje eran mejores. Menos vehículos, menos camiones, más seguridad en el pavimento, menos accidentes o menos tiempo en los recorridos. Sin embargo, un menos que se convertía, entonces, en más seguridad, en un mayor nivel de conservación en el pavimento, en una detección rápida de las irregularidades de toda la infraestructura, en definitiva, mejor servicio.

No todo era perfecto. Tenía poco sentido los momentos de tráfico intenso donde la red no daba más de sí y no podía asimilar la cantidad de coches en las autopistas y nadie decidía abrir las barreras, no tanto para que se descongestionara la vía, sino para dejar de robar al cobrar por utilizar una carretera rápida, cuando en realidad era lenta. Esos momentos facilitaron construir una comunicación negativa ante todos los peajes y de ahí el resto, cuando, además, se logró convencer de que la recaudación por el pago en los peajes acababa siempre en Madrid. Solo fue necesario agrandar el estereotipo “Madrid nos roba” para que el resto fuera fácil y, así, poner a una gran parte de la sociedad catalana en contra de la utilidad de los peajes. Ellos pagaban la conservación de toda la infraestructura y regulaba, sin buscarlo, el paso persistente de camiones, que se convierten ahora en un peligro para el tráfico diario.

Los especialistas trabajan desde hace tiempo en cómo aliviar la utilización de esta autopista, el punto con mayor densidad de tráfico de las carreteras catalanas en este momento. Serán ellos quienes encuentren soluciones. Pero nadie apuesta por una vuelta de los peajes. Es cierto que tras la tranquila desaparición de las barreras, volverlas a poner no parece la mejor fórmula. Pero no existen tantas soluciones.

En julio pasado se anunció un plan de mejoras para descongestionar la AP-7 que pasaba por controlar la velocidad con sistemas de controles variables en más de 100 kilómetros. Se llegó a hablar de usar inteligencia artificial para predecir congestiones e informar a los conductores. Pero todo pasa por reducir o controlar la presencia de camiones. Algunos adelantamientos son de una irresponsabilidad pasmosa. Doy fe. Todo ello ya lo adelantábamos los que en su tiempo éramos pro peaje, aunque fuera políticamente incorrecto.

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