Opinión | Oriente Próximo
Alfonso Armada

Alfonso Armada

Periodista.

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Israel: todo es sucio y atroz

Pobres palestinos, en manos de un Gobierno corrupto y de milicias que se arrogan el destino de su pueblo, y desatan la ira de Israel para cargarse de razón y en la muerte hallar semilla para el resurgir de su propia desesperación

Israel rompe el alto el fuego con una oleada de ataques en Gaza que dejan al menos 413 muertos

Más de 400 muertos y 500 heridos por los bombardeos de Israel sobre Gaza

Más de 400 muertos y 500 heridos por los bombardeos de Israel sobre Gaza / Omar Ashtawy / Europa Press

En los últimos compases de 'La gravedad y la gracia', uno de los libros más hermosos y desafiantes de Simone Weil, encontré lo que estaba buscando para hablar del nuevo crimen de guerra cometido por Israel, por el Estado de Israel, por el Gobierno israelí, por el ejército israelí. Escribe la filósofa: IsraelTodo es sucio y atroz, como a propósito, a partir de Abraham incluido (con la excepción de unos cuantos profetas). Como para señalar explícitamente: ¡Cuidado, ahí está el mal! Pueblo elegido para la ceguera, para ser el verdugo de Cristo”.

Sustitúyase la palabra 'Cristo' por 'pueblo palestino'. Lo demás valdría tal cual: desde Abraham hasta la ceguera, ahora cebada por todas las cadenas de televisión de la única democracia de la región, ciegas al sufrimiento de los otros, de las víctimas de su justicia ciega, de su violencia ciega, empeñada en crear el infierno en la tierra, con el beneplácito, la pólvora, la fuerza, la ira divina del nuevo Nerón, elegido democráticamente en Estados Unidos por súbditos tan ciegos o más que él, a quienes ha deslumbrado con su piel de oro.

Poco después se refiere Weil a la justicia como “esa fugitiva del campo de los vencedores”, la que ahora mismo están dispuestos a imponer a los vencidos en los campos de batalla de Gaza, Cisjordania y Ucrania quienes han vuelto a levantar la vieja bandera de la ley del más fuerte, que escribe la historia, impone las condiciones a los derrotados y propicia que la ira y el rencor echen raíces más hondas para nuevas generaciones de venganza, ira y rencor. Desde 1948, Israel hace lo imposible para hacer inviable un Estado palestino. Ahora ya no finge, y Estados Unidos bendice este nuevo holocausto que liquida el anterior que legitimó la creación del Estado de Israel y establece una nueva ley.

Quisiéramos pensar que del lado de las víctimas vamos a encontrar el consuelo de la razón, el consuelo de los justos. Pero para ellos tampoco tiene Weil palabras consoladoras: “con excepción de las almas que se encuentran muy cerca de la santidad, las víctimas están mancilladas por la fuerza como lo están sus verdugos. El mal que se halla en la empuñadura de la espada se transmite a la punta. Y las víctimas, así encumbradas y ebrias por el cambio, acaban haciendo un daño igual o mayor, y pronto vuelven a caer en lo mismo”. Pobres palestinos, en manos de un Gobierno corrupto y de milicias despiadadas que se arrogan el destino de su pueblo, para bien y para mal, y desatan la ira de Israel para cargarse de razón y en la muerte hallar semilla para el resurgir de su propia desesperación, para un ciclo sucio y atroz que se repita eternamente.

Pero también hay algo para nosotros: “No podrías haber nacido en otra época mejor que esta, en la que todo se ha perdido”. Así es. Es aquí donde nos ha tocado la gracia y la desgracia de vivir y actuar, de ser conscientes o de volver el rostro para no contemplar el dolor ajeno y nuestra parte de la culpa por acción u omisión.

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