Opinión | Ágora
Alicia Berlanga

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Alicia Berlanga es clúster manager de Edutech Clúster

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Transformar la educación en un mundo digitalizado

La digitalización ha traído también nuevas demandas en términos de qué es necesario saber y saber hacer, al tiempo que ha abierto las posibilidades de desarrollo de competencias y habilidades transversales que hoy son fundamentales

Varios estudiantes, en clase con sus ordenadores

Varios estudiantes, en clase con sus ordenadores / Elisenda Pons

La digitalización está afectando a todos los ámbitos de nuestras vidas. También, por supuesto, a la educación. En las últimas décadas, la incorporación de distintos tipos de tecnologías en el ámbito educativo ha transformado profundamente los procesos de gestión educativa, pero también ha modificado la enseñanza y los procesos de aprendizaje. El entorno digital ha ampliado el concepto de alfabetización y ha modificado nuestra relación con los contenidos, difuminando las fronteras entre lo formal y lo informal, demandando nuevas formas de gobernanza y organización educativa.  

En el horizonte de lo que la tecnología puede lograr en educación siempre han estado presentes algunas aspiraciones pedagógicas que han caracterizado a los movimientos de renovación y mejora pedagógica históricamente como la posibilidad de reducir las desigualdades, democratizar el acceso a contenidos y materiales, y personalizar la enseñanza y el aprendizaje. Lograr transformar estas posibilidades en realidades, hacer que el impacto de la tecnología sea inclusivo, equitativo y efectivo, requiere abordar de manera decidida y compartida los retos que conlleva. 

No nos cansaremos de decirlo. La digitalización de la educación no es solo una cuestión de incorporar herramientas tecnológicas en las aulas. No es un asunto meramente instrumental y no está solo relacionado con cuestiones de eficacia y eficiencia. La digitalización, como ya está pasando en otros ámbitos vitales y productivos, nos obliga a repensar globalmente el sistema educativo. Cambia los procesos, pero también cambia las culturas escolares. Modifica las relaciones educativas. Amplía las competencias que debemos adquirir. Desafía las maneras tradicionales de hacer. 

Al mismo tiempo que nos obliga a repensar de manera global el sistema educativo, nos exige ser especialmente cuidadosos con los contextos de implementación. No es lo mismo pensar la digitalización en un entorno urbano que en uno rural, en un barrio de alto nivel socioeconómico que en otro con un bajo nivel socioeconómico. No es lo mismo para una etapa educativa que para otra. Es decir, la única manera de no incrementar el peso de las promesas incumplidas es pensar el proceso de digitalización en su totalidad (infraestructuras, recursos, formación, competencias, gobernanza, metodologías), con una perspectiva profundamente educativa y un acercamiento contextualizado a la realidad de cada institución educativa. La única manera de no crear una brecha que nos desaliente entre expectativas y realidades es pensar la digitalización desde el marco de los proyectos educativos de cada centro y desde el plan digital de centro.

Pero vayamos por partes. Si nos fijamos en las aulas, no cabe duda de que las tecnologías nos han abierto múltiples oportunidades para incorporar recursos educativos, tanto desde los contenidos como desde las didácticas. Así mismo, están haciendo posible adaptar materiales, procesos y tiempos a las distintas necesidades del alumnado. Las posibilidades de acompañamiento, adaptación y personalización que ofrecen las plataformas digitales son un territorio de posibilidad que está siendo real ya en muchos lugares y cuyo principal desafío en estos momentos tiene que ver, sobre todo, con su generalización y extensión a toda la población escolar evitando el riesgo de ensanchamiento de las brechas socioeducativas. En este sentido, la irrupción de las IA generativas vuelve a situarnos ante el reto de ser capaces de aprovechar e incorporar con criterio pedagógico sus posibilidades cuidando mucho que no se produzcan, por un lado, pérdidas en los procesos cognitivos y, por otro, que no se abran nuevas brechas entre aquellas personas que puedan y tengan las competencias para aprovechar estos sistemas y aquellas otras que tengan limitaciones de acceso y/o de uso.

La tradicional brecha de acceso a la tecnología que casi habíamos logrado cerrar (nunca lo hemos conseguido del todo) y la brecha de uso (que siempre ha estado ahí) vuelven a estar muy presentes con la llegada de la Inteligencia Artificial. Es importante que los países, pero también las instituciones educativas estén especialmente atentas a que no se produzcan brechas de acceso y uso de las IA.

La digitalización ha traído también nuevas demandas en términos de qué es necesario saber y saber hacer, al tiempo que ha abierto las posibilidades de desarrollo de competencias y habilidades transversales que hoy son fundamentales para la vida y para el mundo laboral. No sólo es importante y urgente desarrollar la competencia digital del alumnado, sino que las herramientas tecnológicas permiten diseñar en estos momentos entornos de aprendizaje donde poner en juego habilidades clave como la colaboración, la negociación, la resolución de problemas, la comprensión intercultural o las habilidades de comunicación. Así mismo son enormes también las posibilidades que las tecnologías nos están ofreciendo para diseñar entornos simulados de trabajo, experimentación e investigación seguros y cuasi reales.

Este abanico de posibilidades que abren las tecnologías debe ser acompañado por el desarrollo de una fuerte competencia digital entre el alumnado que debe ir mucho más allá de cuestiones instrumentales para abordar los principales desafíos sociotécnicos que estas nos plantean, con una mirada crítica y reflexiva.

En cualquier caso, aunque es innegable que la tecnología ya está presente en muchas aulas, su impacto pleno aún no se ha materializado del todo. A la desigualdad en el acceso a recursos, se le suma la creciente demanda de capacitación digital de los docentes y la necesidad de estrategias pedagógicas que integren métodos tradicionales y digitales limitando su efectividad. Los docentes, a menudo, no siempre reciben la formación necesaria para usar la tecnología de manera eficiente y significativa en su enseñanza. 

En este contexto, la Inteligencia Artificial aparece como una tecnología disruptiva que una vez más puede ayudar en la transformación de la educación. Su capacidad para personalizar el aprendizaje, identificar necesidades específicas y ampliar el acceso a recursos globales es inmensa. No obstante, también plantea riesgos importantes como la deshumanización del proceso educativo, el incremento de la dependencia tecnológica, los sesgos inherentes en los algoritmos, o el riesgo de descarga cognitiva, es decir, que deleguemos en las aplicaciones procesos cognitivos fundamentales como son el pensamiento crítico y analítico.

Es imprescindible que la implementación de la IA se guíe por principios éticos, garantizando la transparencia de los algoritmos, la protección de los datos personales y la formación crítica y ética de docentes y estudiantes.

Para maximizar los beneficios de la digitalización y mitigar sus riesgos, es necesario establecer regulaciones claras que garanticen la equidad en el acceso, la protección de la privacidad y una ética digital robusta. Las políticas públicas deben centrarse en asegurar que todos los estudiantes tengan acceso a las herramientas tecnológicas necesarias para su aprendizaje, independientemente de su ubicación o situación socioeconómica. Las escuelas también deben desarrollar protocolos para integrar la tecnología en los procesos educativos de manera equilibrada, asegurando que esta complemente, y no sustituya, la interacción humana.

La digitalización y las tecnologías tienen un enorme potencial para mejorar la educación, pero su éxito dependerá de una implementación equitativa, ética, responsable y, sobre todo, educativa. Solo así, la tecnología podrá convertirse en una herramienta que complemente y enriquezca el proceso educativo, permitiendo a las nuevas generaciones enfrentar con creatividad y resiliencia los desafíos de una sociedad digitalizada