Opinión | Una historia contemporánea
Joan Tapia

Joan Tapia

Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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Treinta Pujols

El libro de Seglers, de entrevistas con gentes de ideas muy diversas que aportan su retrato del expresident, da una visión amplia y plural de quien configuró Catalunya 23 años y ayudó a gobernar al PSOE y el PP

El expresidente de la Generalitat de Cataluña Jordi Pujol durante un acto de homenaje en la Casa-Museo Prat de la Riba.

El expresidente de la Generalitat de Cataluña Jordi Pujol durante un acto de homenaje en la Casa-Museo Prat de la Riba. / Kike Rincón - Europa Press

Francesc Marc Álvaro presento el libro 'Pujol i jo' de Txema Seglers como un texto fresco (que aporta) y honesto (sin prejuicios). Cierto. Seglers nació en 1980, cuando Pujol ganó la Generalitat. Solo era alguien al que veía en la televisión. Pero, cuando ya tenía 40, se propuso indagar más sobre el personaje.

¿Cómo? Preguntando como un curioso e insistente periodista. Desde a partidarios y amigos -Miguel Sellarés, Miquel Roca, Irene Rigau y Artur Mas- a otros críticos como Josep Maria Bricall, los autores del libro-denuncia de Banca Catalana y José María Mena, el célebre fiscal. Y al mundo de la prensa. Recuerdo que cuando me llamó -antes de la pandemia- pensé que no lo lograría. Pero ahora, al leer la obra y los juicios de periodistas como Lluís Foix, Lluís Bassets, Jordi Amat, Josep Ramoneda, José Antich… me he llevado una grata sorpresa.  

Es una notable colección de retratos de uno de los políticos más relevantes de la última parte del siglo XX. Gobernó y configuró Catalunya de 1980 a 2023. Influyó mucho en España y despertó tanto grandes adhesiones como firmes antipatías. El libro merece ser leído tanto por las generaciones que le conocieron (aporta datos y visiones) como por aquellas para las que es una historia ya pasada que dejó huella.

El personaje viene de lejos, fue un activista del CC (Catòlics Catalans) desde antes de 1960. Ya soñaba liderar Catalunya. Y en la Transición hizo un partido que quería unir el catalanismo y 'Construir Catalunya', título de uno de sus opúsculos anteriores. Y lo hizo amplio y plural y a la vez disciplinado. Para Pujol, sin autoridad solo había vacío.

Logró ganar las primeras elecciones catalanas del 80 tras un amargo fracaso en las generales del 77, cuando fue batido por el PSC y por el PSUC. Alzó la bandera del catalanismo, el orden y la influencia en España. Pero sin entrar en los gobiernos de Madrid. Una causa -no la única- de la separación de Roca, su único general. El resto -ya antes de la democracia- fueron solo 'colaboradores'. 

¿Banca Catalana? Una ambición desmedida -querer mangonear y hacer política industrial catalana en el franquismo- que acabó mal. ¿Mala gestión? También. Mandó 23 años y no cometió grandes errores. Decidió no volverse a presentar porque no quería arriesgar una derrota ante Pasqual Maragall. No era independentista -sabe demasiada historia-, pero toleró que su partido lo fuera. ¿Aceptó ser un jubilado? 

¿La confesión? Como dice Culla, e insinúa Artur Mas, un intento de proteger a sus hijos de las revelaciones del "aparato del Estado", furioso con el separatismo. Pujol era el Sumo Pontífice de la religión catalanista. Y le llegó el descrédito cuando confesó que él -padre espiritual de la nación- había pecado. CDC se acabó, Junts es más caótico que plural, ERC ha liquidado su monopolio del nacionalismo y el PSC manda en la Generalitat. 

Pero la sombra de Pujol es alargada. Sin un centro-derecha catalanista y calculador, a Catalunya le falta una parte del país.

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