Opinión | Congreso
Joan Tardà

Joan Tardà

Exdiputado de ERC.

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ERC y Junqueras tienen que escoger

Hay un reto muy sugerente para el republicanismo: convertir al partido en la gran casa de los independentistas y de los partidarios de lograr todas las soberanías y, a corto plazo, hacer el camino de los frentes amplios con las fuerzas políticas catalanas de izquierdas

Junqueras encarrila el congreso de ERC, pero no logra desactivar las corrientes críticas

El presidente de ERC, Oriol Junqueras.

El presidente de ERC, Oriol Junqueras. / LORENA SOPÊNA / EUROPA PRESS

Ignoro si algún día a las siglas de Esquerra Republicana se añadirá la letra “U”. en referencia a la unificación de todo el republicanismo de izquierdas que aspira a la conquista de la plena soberanía nacional de nuestro país. En todo caso, no sería nada ajeno a la historia de Catalunya, porque ya en otros momentos históricos la avalancha de convergencias había comportado la fundación, en 1931, del partido de Francesc Macià y pocos años más tarde las confluencias entre militantes comunistas, socialistas e independentistas hicieron nacer a PSUC y POUM. Como en 1978 la unificación del socialismo catalanista con el español dio lugar al actual PSC.

Lo evidente es que hoy las amenazas totalitarias planean sobre la organización democrática de las sociedades, lo cual obligará a las izquierdas catalanas a reformular estrategias que permitan hacer frente y construir, a la vez, escenarios favorables al logro de nuevos derechos, a una redistribución más equitativa de la riqueza y a hacer efectivo el ejercicio del derecho a la autodeterminación.

Es plausible, pues, que en los próximos años asistamos a una reconfiguración del actual sistema de partidos políticos en Catalunya. Cambios que, cuando menos en la fase inicial, ya están apuntados. Así, por primera vez está presente un partido de ADN nacionalista/independentista xenófobo, convertido en la cara B del fascismo nacionalista español, también presente en el país a través de Vox. De igual manera que está consolidado Junts per Catalunya como partido político independentista, alineado, hecho inédito en la historia del catalanismo, con los grandes poderes económicos. En definitiva, una fuerza política que es expresión de un independentismo alejado de la defensa de los intereses de las clases populares, pero suficientemente populista como para aspirar a arrebatar electorado socialdemócrata.

Competencia, pues, entre Puigdemont y el progresismo 'light' representado por el PSC, también llamado a superar la contradicción entre haberse constituido como partido representante de buena parte del 'establishment' y las necesidades sociales y económicas de su electorado. Callejón sin salida que se hace patente en las dificultades del socialismo para encarar la conquista del derecho subjetivo a la vivienda, una legislación en pro de una mayor carga fiscal a los grandes capitales empresariales, la implementación de prácticas de democracia directa, el cuestionamiento de la legitimidad de la monarquía, el reconocimiento del derecho a decidir… Y una retahíla de ítems más que, por descartados, hipotecan el ideal de una sociedad más libre e igualitaria. 

De aquí el interés que desprende el congreso que esta semana celebrará Esquerra Republicana, al articularse en esta nueva realidad que llama a la puerta. Ciertamente, el republicanismo de izquierdas ha abierto el melón de cómo encarar los nuevos tiempos de 'posprocés' en la Catalunya de hoy. La de los ocho millones y la que se hará presente en poco tiempo, porque la sociedad, la catalana, como otras de nuestro continente, está experimentando cambios vertiginosos en un contexto internacional que ofrece unas condiciones objetivas para nuevas conquistas democráticas más adversas que las de las dos últimas décadas.

En Esquerra Republicana el debate no solo ya está instalado, sino que se intensificará, generando controversias tan enriquecedoras como encendidas. Dos opciones. La primera, republicanismo de izquierdas recluido en la trinchera del independentismo, con la falsa creencia que desde allí es posible construir una mayoría suficiente como para llegar a la cumbre, democráticamente. 

La segunda: convertir el partido que en 2031 celebrará el centenario de su fundación en el gran depósito de todo el republicanismo catalán de izquierdas. Es decir, una invitación hecha a independentistas y soberanistas a compartir (en régimen de igualdad) el ideal de la construcción y proclamación de la república catalana a través del derecho a decidir. Dicho de otro modo, dejar atrás a quienes, pese a proclamarse de izquierdas, han convertido al independentismo en una ideología y superar, a la vez, a los federalistas que reniegan de Pi y Margall ante el derecho a decidir.

He aquí un reto a medio plazo muy sugerente para el republicanismo: convertir a ERC en la gran casa de los independentistas y de los partidarios de lograr todas las soberanías. Y otro más inmediato: hacer el camino de los frentes amplios, también electorales, con las fuerzas políticas catalanas de izquierdas.

Corresponde, pues, a Oriol Junqueras y al conjunto de la militancia reunida en Martorell interpretar el signo de los tiempos actuales y decidir la orientación del camino a emprender.

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