Opinión | Geopolítica
Rosa Paz

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Periodista. Comité editorial de EL PERIÓDICO

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Pero, ¿por qué nos pasa esto?

Con líderes mucho más débiles, Europa se ve abocada a repensarse, rearmarse y fortalecerse, porque ahora sí está prácticamente sola en la defensa de la democracia

Vance redobla el mensaje de amenaza contra Europa: "La amistad se basa en valores compartidos"

Sánchez asume un “esfuerzo anticipado” para llegar al 2% del PIB del gasto en defensa antes de 2029

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, habla con el presidente de EE.UU. Donald Trump, en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington, DC, EE. UU., el pasado 28 de febrero de 2025.

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, habla con el presidente de EE.UU. Donald Trump, en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington, DC, EE. UU., el pasado 28 de febrero de 2025. / JIM LO SCALZO / POOL / EFE

Cada vez se escucha a más personas, de las sensatas y comprometidas con la democracia, preguntarse “pero ¿por qué nos pasa esto?” o exclamar “¡nunca pensé que volvería a ver el resurgimiento del fascismo!”. Lo dicen porque, desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, el mundo occidental ha quedado patas arriba y nada de lo que se pensaba que era inmutable lo es ya. Con Trump ha llegado no solo una manera de hacer las cosas dictatorial y abrupta, propia de algunos hombres ambiciosos que no aceptan límites. También ha emergido un apoyo a la ultraderecha, que se expande como no se había visto en Europa desde el final de la II Guerra Mundial. Así está ahora Europa. Con su ciudadanía asustada, porque estaba convencida de que nunca volvería a estar en riesgo su estabilidad democrática, ni su nivel de confort económico y social, y con unos dirigentes políticos apremiados y confusos por la rapidez con la que se está desencadenando este caos. Sí que sufrieron los ciudadanos europeos por la crisis del año 2008 y siguientes, y por las durísimas políticas de austeridad que se aplicaron para hacerle frente. Y quizás, de aquellos polvos, estos lodos.

Pero lo de ahora es de otra dimensión. De una que no nos cabe en la cabeza. La ultraderecha va tomando posiciones, apoyada por Trump, su valido Elon Musk, su vicepresidente J.D. Vance, y por Vladimir Putin. Curiosas alianzas, que confluyen en una amenaza para la Unión Europea y para el Reino Unido que, fuera de la UE desde hace cinco años, se está aproximando a esta porque solo hay salvación, si la hubiera, si todos los países reman en la misma dirección. Pero, ¿coinciden todos en el rumbo a seguir? La Europa de la ciudadanía acomodada y conformista se ve ahora impelida a tomar decisiones que no le gustan: gastar más dinero en defensa, desplegar el escudo nuclear, en fin, todo lo que se había repudiado desde posiciones de confort, porque ya eran otros los que se ocupaban de eso.

No será fácil, además, ponerse de acuerdo cuando hay países en la UE gobernados por la ultraderecha más próxima a Trump, y los conservadores moderados se sienten amenazados electoralmente por ellos. La derecha democrática ya no está liderada por aquellos Kohl o Merkel o Andreotti o Draghi, muy conscientes de cuáles son los valores democráticos y cuáles los riegos que había que evitar. Para ellos era impensable cualquier acercamiento a posiciones que podían llevar de vuelta a tiempos indeseables, por más que se creyera que la población europea estaba inmunizada para no repetir las experiencias de la primera mitad del siglo XX. Ahora, con líderes mucho más débiles, Europa se ve abocada a repensarse, rearmarse y fortalecerse, porque ahora sí está prácticamente sola en la defensa de la democracia. No es buen momento para Europa, no lo es para el mundo, pero si los ciudadanos europeos no reaccionan, aceptan que las prioridades han cambiado, también en el gasto de defensa, e impiden en las urnas que ganen los partidos ultras, puede que el lamento llegue ya demasiado tarde.

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