Opinión | ASUNTOS PROPIOS
Núria Navarro

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Periodista

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Lídia Pitarch Rodriguez, sargento de la Guardia Urbana: "Las normas de la calle son masculinas"

Este 8-M, la autora de 'Entre portales' reivindica pensar el espacio público con la perspectiva de género de las mujeres sin hogar

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Lídia Pitarch, guardia urbana y autora del libro 'Entre portales' sobre mujeres sin hogar

Lídia Pitarch, guardia urbana y autora del libro 'Entre portales' sobre mujeres sin hogar / Macarena Pérez / EPC

Hoy las mujeres –de las 'kellys' a las altas ejecutivas– reivindican derechos en calles y plazas. Todas, excepto las que viven en las calles y las plazas. Mujeres excluidas del sistema y sometidas a todas las violencias imaginables. Lídia Pitarch Rodríguez, sargento de la Guardia Urbana en Sant Andreu y doctora en Derecho Global y Seguridad Humana, las atendió en Ciutat Vella entre 2016 y 2020. Su libro 'Entre portales' (Icaria) es un documento inestimable para acercarse a ellas, y a la Barcelona que no queremos ver.

¿Sabe cuántas son?

No lo sabemos. De las 1.384 personas sin hogar, se estima que entre el 10 y el 13% son mujeres. La calle es masculina. Los hombres marcan las normas.

"Por cada año que la mujer pasa en la calle, aumenta un 70% las posibilidades de ser víctimas de violencia"

¿También ahí?

Y por cada año que las mujeres viven en el sinhogarismo, aumenta un 70% las posibilidades de ser víctimas de violencia. Por eso agotan todas las opciones antes de llegar a la calle. El problema es que no tenemos forma de saber cuántas están en la oscuridad, oscilando entre un sofá, un portal, una habitación en un piso ocupado. En Inglaterra, calculan que son un 60%. 

¿Hay rasgos que las hermanen?

En Ciutat Vella, la mayoría de mujeres son muy jóvenes, itinerantes, procedentes de otras zonas de Catalunya o de otros lugares del mundo, o migradas. Pensamos que no tienen que ver con nuestra realidad y, viendo sus itinerarios, podrían ser tu hermana, tu amiga o tú misma. Llegan a la calle después de años de violencia intrafamiliar, de relaciones disfuncionales, de amistades que las han llevado a entornos inseguros. Otras son por un acto de rebeldía, o porque no tienen manera de obtener trabajo y no pueden pagar un alquiler. ¿Qué salida hay si no tenemos un sistema de vivienda social que las acoja?

"Pensamos que no tienen que ver con nuestra realidad y, viendo sus itinerarios, podrían ser tu hermana, tu amiga o tú misma"

¿Se pueden ubicar en el plano sus elecciones?

Si están acompañadas, no depende de ellas. Suelen ser parques o asentamientos de 20 o 25 personas (me impactó que estuvieran bajo el puente de la Ronda Litoral, zona que depende de la autoridad portuaria). Si están solas, buscan lugares cercanos a comisarías, estaciones de tren, lugares iluminados y de fácil acceso.

Ser visibles, pero entonces molestan.

"¡Quitad los bancos; así muerto el perro, muerta la rabia!", nos dijo un camarero de la Plaça Reial. Pero si pones bolardos donde se sentían seguras, o un banco individual con reposabrazos, se irá cuatro calles más allá, donde está más oscuro, habrá menos personas a las que avisar y seguramente le pasarán cosas. Me gustaría que se pensara el espacio público desde la perspectiva de género de las mujeres que viven en él.

"He oído quejas del tipo: 'Sacadla de la zona verde de delante de casa porque es donde llevo a mi perro a hacer pipi'"

No encajan en la Barcelona de postal.

Yo noto cada vez menos comprensión. He oído quejas –y es literal– del tipo: "Sacadla de la zona verde de delante de casa porque es donde llevo a mi perro a hacer pipi y caca". No hay consciencia de que son personas que necesitan una comunidad que los acoja. Y me preocupa mucho la juventud que ve ciertos contenidos en redes. Te encuentras con incidentes –muy esporádicos– de jóvenes que han tirado piedras, insultado o vejado a una persona sin hogar.

Quizá algunas cifras les den que pensar.

Nueve de cada 10 sufren violencias y llega un punto en que lo normalizan. Les pueden haber roto una silla en la espalda y obligado a intercambiar sexo por drogas o por una habitación donde dejar las cosas y dormir, y ellas niegan haber sufrido violencia. Siete de cada 10 deciden no denunciar. Por miedo a represalias y porque el hombre con el que han creado vínculo en la calle y abusa de ellas también las protege –romper es exponerse a que otros muchos abusen de ellas–, cosa que al sistema policial y judicial aún le cuesta mucho de entender.

"Siete de cada 10 deciden no denunciar. Por miedo a represalias y porque el hombre con el que han creado vínculo en la calle abusa de ellas, pero también las protege"

¿Qué les cuesta entender?

Por ejemplo, salió una sentencia sobre la credibilidad de las víctimas de violencia que pedía que la mujer muestre que se ha quedado consternada, que no haya lagunas en su relato, que quiera denunciar y se mantenga firme en la denuncia, que vaya a Mossos, que se presente a la vista oral manteniendo la coherencia. Si sufres un síndrome postraumático, no vas a cumplir con ninguno de esos criterios.

Están a merced de la red asistencial.

Pero no hay un acompañamiento integral. La atención en la denuncia, la ayuda sociosanitaria, los espacios seguros para que puedan consumir sin que las agredan, un techo... todo está fragmentado. En Barcelona, el 95% de la atención es por derivación de servicios sociales, y solo un 10% es se pernocta. Hay muy pocas plazas en pisos, y si son mujeres que consumen y encima tienen un perro –probablemente su único vínculo emocional–, olvídate. 

"Me gustaría que la ciudadanía les tendiera una mano, aunque se la muerdan y le digan que no quieren nada. Algún día la cogerán"

¿Qué primer derecho reclamaría?

Un espacio residencial digno, con una llave. A partir de ahí, el resto irá a ella. También me gustaría que la ciudadanía les tendiera una mano, aunque se la muerdan –la hostilidad es defensiva– y le digan que no quieren nada. Habrá un día en que la cogerán. Y puede que salgan.

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