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8M para la democracia

Se necesita más que nunca un feminismo fuerte pero también abierto, que interpele a más hombres

El nuevo pacto contra la violencia de género incluye 462 medidas y encara por primera vez la violencia vicaria, digital y económica

Manifestación de los sindicatos por el 8M, esta mañana en Tarragona.

Manifestación de los sindicatos por el 8M, esta mañana en Tarragona. / ACN

Un año más, la celebración del Día Internacional de la Mujer pone a la sociedad frente al espejo. Una jornada reivindicativa que anima a hacer inventario de progresos y retrocesos. El análisis ofrece un regusto agridulce. Porque, a pesar de que la igualdad entre hombres y mujeres avanza, tanto en la vida pública como privada hay un rearme de las amenazas. En el escenario global aumentan las voces en contra de las políticas de igualdad y el machismo se revuelve a la defensiva, encuentra nuevos modos de manifestarse entre los más jóvenes, aprovecha los errores tácticos que ha cometido el feminismo y se convierte en una bandera instrumentalizable políticamente por quienes cuestionan estas y otras libertades. Avanzar en la igualdad es, también, un modo de blindar la democracia y batallar por los derechos de todos. 

Resulta imposible no abordar este 8M sin un recuerdo para todas las víctimas de la violencia de género. Las estadísticas, tozudas, siguen denunciando esta trágica lacra. 47 mujeres y nueve menores fueron asesinados en crímenes machistas el pasado 2024. Aunque la cifra es algo menor que el año anterior, sigue resultando inasumible. El machismo estructural y el negacionismo alimentan la violencia. Por el contrario, la mayor concienciación social y la respuesta institucional trabajan para revertirla.

En este contexto, cabe celebrar el reciente acuerdo avalado por todos los partidos (excepto Vox) para renovar el Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Hay muchos aspectos a mejorar. Es urgente ahondar en los esfuerzos para evitar la violencia vicaria. También procurar una mayor dotación económica que evite la desatención de las víctimas e implementar todo tipo de medidas educativas. La violencia de género persigue el control, el sometimiento y el dominio de las mujeres. Es un grave problema social que impacta en el conjunto de la sociedad y que, de un modo directo o indirecto, incide en el comportamiento y las expectativas vitales de todas las mujeres.

En el terreno laboral, los avances son indiscutibles. España está entre los diez países con menos brecha de género, pero la igualdad completa aún está lejos. El techo de cristal, la brecha salarial, la brecha de género en el sector laboral sénior o la feminización de la jornada parcial para compaginar con los cuidados son algunas de las heridas abiertas. A nivel particular, la desigualdad tiene un impacto en el desarrollo de las carreras profesionales de las mujeres, en su formación, en su derecho a una pensión o en su prestación por desempleo. A nivel colectivo, la plena igualdad supondría beneficios para la economía y la sociedad en general, reduciendo de forma significativa los índices de pobreza y construyendo una sociedad más justa. 

El avance y el calado de los discursos negacionistas impulsados desde la ultraderecha obligan a multiplicar los esfuerzos. No es una buena noticia para el conjunto de la sociedad que una masculinidad machista esté siendo espoleada ni que una proporción creciente de jóvenes esté cincelando su identidad a partir del antifeminismo y de un victimismo tan infundado como tóxico. Resulta imprescindible combatir la desinformación que pretende negar la violencia de género y la desigualdad, aportar argumentos que desmonten la falsa sensación de agravio. Se necesita, más que nunca, un feminismo fuerte y reforzado, pero también abierto, que interpele cada día a más hombres. Es el momento de sumar esfuerzos ante una reacción que solo pretende socavar la democracia.