
Director de EL PERIÓDICO

Albert Sáez
Albert SáezDirector de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
¿Para qué quiere Junts las competencias en inmigración?

El president de Junts, Carles Puigdemont, durante la rueda de prensa del traspaso de inmigración / Junts
Jordi Pujol solía poner como ejemplo de la coherencia de Convergència en materia de autogobierno su decisión de aceptar en el Estatut de 1980 de las competencias penitenciarias. Algunos freudianos interpretaron ese gesto como la superación del trauma que vivió el político cuando estuvo encarcelado en Zaragoza. Lo cierto es que Catalunya tuvo, gracias a esas competencias, una política penitenciaria mucho más comprometida con el mandato constitucional a favor de la reinserción que el resto de España. Y eso no le dio demasiados votos, aunque sí cierta capacidad de contratación que no dejaba de ser la cara b de las transferencias competenciales en la cabeza de los Pujol. Sea como fuere, las cárceles son un marrón y no una perita en dulce. De manera análoga, Puigdemont ha luchado ahora lo indecible -como ha detallado Carlota Camps- para conseguir las competencias en inmigración, otro marrón que caerá en manos de Illa. En ellas se entremezclan dos sueños húmedos de Junts. Uno, el de Míriam Nogueras de convertirse en una mini Meloni que pueda arrebatar a Aliança Catalana los votos que se les marchan en esa dirección en lo que hemos dado en calificar como "el corredor del fuet", en el que los empresarios afines a Junts contratan mano de obra barata con la mano izquierda y maldicen a los musulmanes con la derecha. El otro sueño húmedo es el del propio Puigdemont que ve en la incorporación de los Mossos a ese cometido una oportunidad para volver a jugar a la independencia y el famoso "control efectivo" del territorio.
Junts, como casi nadie, no es ajeno al postureo propio del populismo. Una parte de sus electores están fascinados por la teoría del gran reemplazo que esgrimen Sílvia Orriols en clave catalana y Santiago Abascal en clave española. Para entender lo erróneo del planteamiento hay que tener en cuenta cuatro elementos: en las sociedades europeas, el reemplazo no es tal porque los inmigrantes ocupan puestos vacíos por la dinámica demográfica; las políticas migratorias son competencia europea nos pongamos como nos pongamos e incluso Meloni ha fracasado con sus bravuconadas y sus campos de refugiados en Albania siguen vacíos; si quieren hablar de reemplazo hablen con los padres de las terceras generaciones y les explicarán que se diluyen a la velocidad de la luz; y cuatro, está por llegar el día que Puigdemont obligue a cerrar una fábrica de fuet porque los que trabajan en ella no hablan catalán. Resumen: otro gran drama sacramental con España y Catalunya a punto de la desaparición que terminará en nada.
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