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Opinión

Feijóo se cuece en su salsa

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. / Chema Moya / EFE

Podemos bramar que la cesión a la Generalitat de Cataluña de competencias en inmigración sigue en la línea de socavar el Estado, puesto que afecta a un pilar constituyente del mismo, como es el control de fronteras. ¿Qué va a pasar ahora, que 16 comunidades autónomas van a aplicar unas normas sobre inmigración y la 17 va a imponer las suyas propias?, se preguntaba con razón la periodista de El País Berna González Harbour, en la Cadena Ser. Podemos, digo, reiterar que esta política de centrifugación que mantiene el Gobierno con el fin de asegurarse los votos de Junts que necesita para no caer está creando un país cada vez más desigual (hasta a la hora de condonar deuda se incrementan las desigualdades, en lugar de minorarlas), y llenar las tertulias y las columnas de adjetivos, cada vez más gruesos, y tendremos razón. Y por el otro lado se nos dirá que seguir dando competencias a una autonomía sobre todas las demás, por encima de las que tienen más población (Andalucía), más PIB (Madrid) o más población inmigrante en relación a la nativa (Comunidad Valenciana), sin un debate nacional que nos lleve a un nuevo "contrato social", es bueno para todos los españoles, aunque no explicarán por qué. O que Estados supuestamente más "avanzados", como Alemania en el caso de Baviera, ya lo hicieron hace tiempo, aunque tampoco nos aclararán, si esto es una medida avanzada, por qué en Baviera los neonazis se convirtieron ya hace años en la segunda fuerza política. No parece que la fórmula funcione, aunque la usemos a conveniencia.

Pero ante lo que en realidad estamos es ante una nueva estrategia del PSOE para garantizarse llegar al final de la legislatura al tiempo que mantiene a Feijóo cociéndose en la olla. La "cesión por delegación" de las competencias sobre control de fronteras e inmigración lo que en la práctica supone es borrar del mapa de un plumazo cualquier posibilidad, si es que alguna vez la hubo, de una moción de censura del PP y Vox que Puigdemont pudiera apoyar. Si antes era difícilmente viable, ahora es imposible.

La inmigración es el eje principal del discurso populista, da lo mismo si el populismo es español, catalán o austrohúngaro. Sánchez le ha cedido a Cataluña unas competencias que Junts no va a gestionar, porque la Generalitat la preside Salvador Illa, pero que a Puigdemont le valen para su relato de caudillo de la nación catalana. Y con ello, consigue no sólo que le aprueben los presupuestos (a estas alturas, no cabe concebir otra cosa), sino cegar cualquier posiblidad de alianza contra él del PP, Vox y Junts, porque Abascal no puede transigir con una cosa así.

Más allá de la osadía y la irresponsabilidad, hay que reconocerle a Sánchez su capacidad para desbordar continuamente a Feijóo, un hombre que siempre va a remolque de los demás, ya sea el exiliado en Waterloo, el inquilino de La Moncloa o el del Palau de la Generalitat Valenciana. El escenario a día de hoy es que Sánchez, en medio de la mayor crisis sufrida jamás por Europa, aparece como un líder sólido que, lejos de darle problemas a la UE, ha eliminado el que más podría preocuparle, el secesionismo de una de sus regiones. Puede que Puigdemont haga caja cada dos días, pero la Cataluña de hoy, con Illa en la presidencia, no tiene nada que ver con la del procés. Y por el otro lado, Abascal, el patriota americano, como lo definió Albert Sáez, el hombre al que Trump y Musk quisieran ver presidiendo España. ¿Y Feijóo? En concurso de acreedores.