Opinión | Tres años de guerra
Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

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Ucrania al borde la rendición, ¿o no?

Si Trump decide cortar la ayuda -y en el borrador de presupuesto que la Casa Blanca acaba de enviar al Congreso no se contempla ninguna partida para Kiev- Zelenski y los suyos parecen condenados

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Lucía Feijoo Viera

Es evidente que la situación actual no es la que soñaba Vladimir Putin cuando lanzó la “operación especial militar” hace hoy tres años. Rusia está empantanada en un conflicto en el que, aunque mantiene la iniciativa estratégica, está asumiendo muchos más costes de los que había calculado para colocar a Ucrania bajo su órbita. En todo caso, convencido de que el tiempo corre a su favor, resulta claro que Moscú está dispuesto a mantener el envite, calculando que su enemigo está en peores condiciones para resistir la embestida y que los aliados de Kiev acabarán por cansarse de apoyar una causa en la que no están en juego sus intereses vitales.

Un cálculo que en el terreno militar parece darle la razón, tanto si se toma en cuenta que ya más de la mitad de los ucranianos se muestran dispuestos a aceptar algún tipo de acuerdo (lo que significa renunciar a parte de su territorio), como si se atiende a las decenas de miles de desertores y a los acuciantes problemas para movilizar los efectivos suficientes para reemplazar a los extremadamente agotados soldados de primera línea de combate. Es un hecho que, a pesar de su muy limitada aventura ofensiva en la región rusa de Kursk, las tropas ucranianas llevan meses perdiendo terreno. Y a pesar de que ahora ya cuentan con más y mejor material suministrado por sus aliados, con una mayor capacidad industrial propia y hasta con la munición que tantas veces han reclamado, no es realista pensar que estén en condiciones de lanzar una ofensiva generalizada que provoque un vuelco en la guerra.

Si solo fuera esa la variable a considerar cabría suponer entonces que el conflicto está llamado a prolongarse indefinidamente, sin que ninguno de los contendientes pueda cantar victoria. Pero si se añade la variable política que se deriva del regreso a la escena de Donald Trump, la conclusión puede ser muy distinta. Por mucha que sea la voluntad de resistencia ucraniana es obvio que, sin la ayuda económica y militar de sus aliados, con EEUU a la cabeza, habría sido imposible que hubieran llegado hasta aquí. Por tanto, si Trump decide cortar la ayuda -y en el borrador de presupuesto que la Casa Blanca acaba de enviar al Congreso no se contempla ninguna partida para Kiev- Zelenski y los suyos parecen irremediablemente condenados.

No puede sorprender que el drástico giro de guion decidido por Trump -identificando ahora a Zelenski como un dictador y como responsable de la guerra- esté siendo celebrado en el Kremlin como una bendición. No solo de partida se obliga a renunciar a Ucrania al 20% de su territorio y al ingreso en la OTAN, sino que a Rusia no se le fuerza a renunciar a nada, permitiéndole mantener las manos libres para volver a la carga en cuanto lo desee.

Solo queda por ver si, desde la Unión Europea, ante el temor de lo que cabe esperar de esas manos libres rusas para la seguridad de los Veintisiete, se acepta pasivamente el 'diktat' estadounidense o hay todavía alguna capacidad de respuesta, más allá de lo visto hasta ahora.

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