El retorno de la 'Grosse Koalition'
Alemania será el laboratorio de la transformación que sufre Europa, donde el eje ya no se sitúa en la clásica dicotomía izquierda y derecha, sino entre derecha y mucha más derecha
Alemania gira a la derecha y se encamina a una gran coalición frente al crecimiento de los ultras
Friedrich Merz: así es el líder de la CDU

Leonard Beard.
La victoria de Friedrich Merz, con un 28,4% de los votos, es una de las peores de la historia de la CDU y, aun así, puede resultar una de las más relevantes de la historia de Alemania. Es cierto que quedan lejos los resultados del ciclo de oro de los conservadores alemanes, con Kohl y sobre todo Merkel, llegando al límite del 41%, pero también es cierto que ha sobrevivido a la delicada situación económica que sufre el país y al consecuente envite poderoso de la derecha extrema, que ha logrado un exitoso segundo lugar.
Ha sido, pues, una victoria contra los elementos, y con estocada final dentro de su partido, dado que Merz representa la fulminación definitiva de Angela Merkel. La todopoderosa canciller que desde 2005 hasta 2021 marcó el destino del país más determinante de Europa ha hundido su influencia, devorada por su política inmigratoria de puertas abiertas, que ahora se ha convertido en caballo de batalla electoral, y por los errores energéticos con Putin. Como explica Wolfgang Münchau, autor del libro 'Kaput. El fin del milagro alemán', “Schröder se vendió directamente a Moscú, y Merkel no supo ponerle límites”, y ahora el país, sacudido por la guerra de Ucrania, tiene que soportar la pérdida de la energía barata, sumado a la incapacidad de hacer el tránsito de la era industrial a la digital. El mismo Münchau asegura que la decadencia que sufre Alemania es el avance de la decadencia de toda la UE: "El reto es recuperar la soberanía productiva y dejar de ser una colonia digital de China y Estados Unidos".
Y el reto pasa, con seguridad, por la 'Grosse Koalition' con los socialdemócratas del SPD, que ya se coaligaron con Merkel en tres mandatos, siempre con la intención de frenar la subida de Alternativa para Alemania. El propio Merz ya ha animado públicamente a hacer el acuerdo antes de Semana Santa. Pero si bien la gran coalición parece necesaria, nace con algunas dificultades que podrían hacerla colapsar. De entrada, tienen que pactar dos partidos que han extremado sus posiciones: los democristianos, que con Merz han girado a planteamientos más ultraconservadores, y los socialdemócratas, que intentan superar el peor resultado de su historia, redefinirse por la izquierda -y más ahora que Die Linke ha subido de votos-, y superar el fracaso de la 'coalición semáforo', con socialistas, verdes y liberales. Y todo con el añadido de que se trata de una coalición que parte de una debilidad insólita: los dos grandes partidos que habían sido la columna central de la política alemana no suman el 45% de los votos. Y todavía más: la división de votos entre las dos Alemanias, con el oeste votando a la CDU y el este votando AfD, donde los socialdemócratas han sido insignificantes.
Si la grieta ideológica dentro de la 'Grosse Koalition' ha aumentado en referencia al pasado, también lo hacen los retos sociales que tendrá que asumir. De entrada, tendrán que acordar políticas inmigratorias más duras -en línea con la petición mayoritaria del país- pero haciendo un equilibrio complejo: acercarse a los postulados ultras de la AfD, sin comprarlos. A la vez, tendrá que resolver la depauperada cuestión energética, redefinir su posición en el tema de Ucrania e intentar rehacer la imperativa relación con el Gobierno Trump. Y, todavía más, tendrá que reformar la Constitución para superar el actual freno legal a la deuda, poder endeudarse y asumir las inversiones que urgen. Y todo lo tendrá que hacer sin fracasar, porque la derecha extrema del partido de Alice Weidel estará en guardia permanente y recogerá todos los fracasos.
Por eso, esta 'Grosse Koalition' no se asemejará a las que han gobernado el país en el pasado, no en vano Alemania será el laboratorio de la transformación que sufre Europa, donde el eje ya no se sitúa en la clásica dicotomía izquierda y derecha, sino entre derecha y mucha más derecha, es decir, entre posiciones conservadoras y posiciones ultra. Es una batalla en el espacio central de la política, pero con la presencia de planteamientos ideológicos que no son centrales, sino radicales, y aun así están ganando el relato social. Ante una izquierda que ha fracasado al asumir los retos actuales, la sociedad busca posiciones menos líquidas que le den seguridad. Esta es la lección que ha dado Alemania y pronto dará Francia: ¿hay un muro de contención ante el ultrismo, o se perderá la batalla?
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