Opinión | LA ESPIRAL DE LA LIBRETA
Olga Merino

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Periodista y escritora

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Albert Serra, el arte de la provocación

Que nadie espere de ‘Tardes de soledad’ un manifiesto antitaurino ni una exaltación de la fiesta y el españolismo más rancio. El documental es la apuesta de un artista de veras que siempre salta al ruedo a jugársela 

El director de cine Albert Serra.

El director de cine Albert Serra. / Carla Ventura

Una anécdota muy reveladora cuenta que ‘Viridiana’ (1961) triunfó en el festival de Cannes gracias a los toros; ‘Viridiana’, de Luis Buñuel, la única película española en obtener la Palma de Oro. El torero Domingo Dominguín puso dinero para producirla, y fue en su finca La Companza, en Toledo, donde se rodó la escena de los mendigos, que la Iglesia tachó de blasfema y sacrílega porque remedaba la composición de ‘La última cena’, de Leonardo da Vinci. No solo eso. Buñuel tuvo que urdir un plan para burlar la censura franquista: él mismo viajó en tren hasta Barcelona con los rollos del filme y, para evitar su confiscación al pasar la frontera de Francia, los ocultó ‘de contrabando’ en el coche de cuadrillas de un torero, Pedro Martínez, ‘Pedrés’, entre capotes, muletas y banderillas. De esa rocambolesca manera llegó ‘Viridiana’ a Cannes para participar en el certamen; la cinta no pudo proyectarse en España hasta 1977. Aun así, pese a tan curiosa e íntima vinculación, el cine español no había producido ninguna gran película sobre el mundo de la tauromaquia. Hasta que llegó ‘Tardes de soledad’, de Albert Serra (Banyoles, Girona, 1975). En Francia lo adoran.

Tuve la suerte de que me colaran esta semana en un pase en la Filmo, previo al estreno en los cines, el próximo 6 de marzo. Habiendo visto alguna otra película del polémico Serra, iba predispuesta a favor del documental, un retrato del torero peruano Andrés Roca Rey y sus rutinas que se alzó con la Concha de Oro del Festival de San Sebastián 2024. Pero en esta ocasión el cineasta remacha el clavo con una obra que rezuma poesía y gravedad. El espectador se sumerge en un espectáculo inmersivo, en una burbuja hiperrealista donde solo están el toro y el torero. No se ve un atisbo del público en la plaza, ni falta que hace (el material fue rodado durante tres años y 14 corridas). El uso de micrófonos inalámbricos, cuyas baterías tienen unas cinco horas de autonomía, permite escuchar el toreo desde dentro, como nunca antes se había hecho. El fuelle de la respiración, el mugido, las exhalaciones del diestro, casi el pulso de las dos sangres, las gotas de lluvia sobre el albero, la cornada que arranca astillas a los tablones del burladero.

El arte como medio de expresión siempre ha sido provocativo, transgresor, pero para hacerlo bien, como Serra, hay que ser muy valiente y acometer la apuesta con estilo. El director escoge un tema bien controvertido, el fenómeno taurino y lo que parece su agonía crepuscular, pero el documental es tan inteligente que trasciende el debate toros sí, toros no. Que nadie espere un alegato animalista ni, por el contrario, un ensalzamiento de la fiesta y los valores más rancios del nacionalismo español. ‘Tardes de soledad’ es una danza de tiempo y movimiento. Ahí están la seducción del peligro, la vida y la muerte, el misterio y la angustia. Lo atávico. La tragedia. La locura. Lo más hondo de lo humano. La obra de un artista de verdad que no quiere repetirse y que salta al ruedo a jugársela. A por todas, siempre.    

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