Yo viví la pobreza infantil
De haber tenido que alimentarme por mis propios medios, habría fallecido de inanición al cabo de pocas semanas, jamás tuve una sola peseta en el bolsillo

Save the Children alerta del aumento del coste de la crianza en España / JORDI OTIX / VÍDEO: Europa Press
Leo que, según Save the Children, la pobreza infantil en el mundo afecta a más del 10% de los niños, y recuerdo mi propia infancia, menesterosa como la que más. Tan pobre era yo de niño, que no tenía ni para comer. Eran mis padres, mis abuelos y hasta mis tíos quienes me alimentaban y me proveían de cama y un techo bajo el que cobijarme, porque ni para cubrir esas simples necesidades tenía yo. Mi abuela, en concreto, me preparaba cada mañana, invariablemente, un bistec con patatas a modo de desayuno, para que fuera a la escuela bien cebado. De haber tenido que alimentarme por mis propios medios, habría fallecido de inanición al cabo de pocas semanas, jamás tuve una sola peseta en el bolsillo. No era el único niño en situación de pobreza extrema, hablando con mis compañeros de curso supe que todos -eran tiempos duros- se hallaban en la misma situación, eran totalmente dependientes de la familia, que les proporcionaba hasta la ropa que vestían. Éramos niños pobres pero felices.
En los países del tercer mundo también hay niños pobres, pero no tanto: allí ganan dos o tres dólares al día por estar doce horas en un taller fabricando balones de fútbol. No es que sea mucho dinero, pero ya es mucho más de lo que tenía yo a su edad, aunque bien es cierto que yo no fabricaba balones sino que los pateaba a la hora del recreo. Hasta para tomarme un refresco saliendo del cole dependía de que mis padres me dieran un par de duros, así de miserable fue mi infancia.
De hecho, fui pobre hasta bien entrada la veintena, cuando aprovechaba las vacaciones para trabajar en una empresa de cruceros. Ahí empezó a terminar mi indigencia, tanto la económica como la sexual, nada como los trabajos veraniegos para poner fin a años de penuria en los dos ámbitos.
La pobreza infantil ha continuado en mi familia como una arraigada tradición, no sé en las demás. Ernest, sin ir más lejos, a sus quince años no tiene un solo euro, suerte tiene -de nuevo- de la familia, porque si tuviera que subsistir por sus medios, estaría en una esquina pidiendo limosna. Imagino que está incluido en ese 10% de niños pobres de Save the Children, como lo estuvo su padre.
Suscríbete para seguir leyendo
- El puente romano de Talavera de la Reina no era romano y ya se derrumbó en al menos 8 ocasiones
- ¿Qué es un dolicomegacolon, a quién le puede afectar, qué síntomas tiene y cómo se cura?
- Vivian Jenna Wilson, la hija trans de Musk, protagoniza la portada de 'Teen Vogue': 'Mi padre es un niño patético
- Un nuevo famoso se suma al veto de Mario Vaquerizo en 'La Revuelta': 'No me quieren ni ver
- Hace 40 años que soy docente y desde hace diez, la profesión se ha vuelto insoportable
- El empresario José Elías, sobre el gran problema de los jóvenes: 'O espabilan o va a venir...
- El Gobierno de Trump extiende su agresiva cruzada antiinmigrante a los legales y turistas
- Jordi Évole desaparece de laSexta tras pedir acudir de invitado a 'La revuelta